En la Grecia clásica, olivos y
mitología iban de la mano. Simbolizaron
la paz, el nacimiento de Atenea o la coronación de los vencedores en los Juegos Olímpicos,
cuando el doping aún no había llegado al mundo de la competición.
El maestro, cuando yo era niño,
nos enseñaba que hasta este extremo del mar azul, lo habían traído los
fenicios. Venían de una tierra de muy lejos en barcas de pequeño calado. Las empujaba
el viento. Allí, también había cedros, pero nosotros no sabíamos cómo eran esos
árboles.
Otro, le dio nombre a un pago
rural: el Hoyo del Olivo, donde se dan
la mano las estribaciones del Hacho y el Monte Redondo. Allí nace el arroyo del
Baece, que en el Libro del Repartimiento,
aparece con el nombre de arroyo de Catalina Díaz…
También dio ‘apellido’ a Pedro, - Pedro ‘el del Olivo’- que un día llegó al
banco con un apósito tapándole un ojo.
-
Pedro - le preguntaron - ¿qué te ha pasado?
-
“Na, que me han sacao un ojo”. Y, se quedó, tal
cual.
Extraordinarios son los que se crían
en la Herradura, donde el arroyo de los Chinos, que viene desde las tierras
altas de la Atalaya de Omar, estrangula el meandro frente al Escondrijo, antes
de llegar a confluir con el Jévar, junto a las tierras que fueron del
antequerano Francisco Martínez Primo - el que doró el retablo de la iglesia de
la Encarnación, en el XVIII - y, que
después se llamó El Tallista.
Hay ejemplares fuera de lo
común en la Solana de Cerro del Cura (que fue de Francisco García Chamizo y que
lo vendió contando los maravedís por pie de olivo), que traspone por el Puerto de
Jévar hacia el Lomo Frío; en Bombichar – la Bobaxter de Simonet-, en los Romerales, en Las Angosturas, en la
Zurriaga… En la plaza de Médico Zamudio. Estos vinieron de la mano de Andrés
García cuando era concejal de Agricultura…
Don Antonio Machado los cantó:
“campo, campo, campo / y entre los olivos / los cortijos blancos”. Otro Antonio
- García Barbetio - dijo que “todos los años, ahí anda el olivo, que ha
hecho de cada gota de agua una aceituna” y, Federico vio cómo se iba el
Guadalquivir “entre naranjos y olivos”…
Olivos, olivos, olivos…Ahora, por mor de la sequía o por el peso del tiempo, los olivos están arromerados, cejijuntos,
tristes…
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