Vivimos en un mundo donde la
esencia se esconde y afloran las apariencias de una manera descarada. Teatro y
boato externo, mucho, demasiado. Estos días la gente se ha disfrazado de no
sabemos qué. Unos decían que de la muerte, otros de diablos, otros de
calaveras, otros de algo muy raro pero con muy mal gusto.
Algo parecido ocurre cuando
llegan los carnavales. Lo he pensado muchas veces. Esconderse detrás de un
disfraz es querer mostrar lo que no se es. Acaso una frustración oculta que en
un momento determinado aflora como la lava del volcán ese de La Palma. Por
cierto, si algunas televisiones no hubiesen tenido a mano esas imágenes ¿cómo
llenarían las horas de programación?
Siempre llama la atención las
imágenes y el comportamiento que transmiten algunos líderes políticos. Sonrisas,
alegría, muchas alegría. Cuando celebran un congreso de ‘su’ partido, aparecen
sin corbatas – que llevan habitualmente - y en mangas de camisa… Algo así como
muy familiares. Y digo yo que eso será para aparentar que son sencillos como
palomas, asequibles y cercanos y no como las víboras que algunos pueden
acurrucar por dentro.
Se aparenta felicidad. Una
sonrisa abierta, espontánea, contagiosa, expansiva e invasora. Ocultan la
cicuta que algunos personajes esconden y que, en cuanto haya la mínima ocasión,
la vierten en el vaso en que bebe el
rival o sea el enemigo. ¿Suena aquello de ‘a tierra que vienen los nuestros?
Pues eso.
Cuando algún futbolista de
medio pelo marca un gol, estalla en una euforia sin límites, salta, vocifera,
besa el escudo, señala con su dedo un punto perdido en la grada o en el cielo,
pero oculta que lo que está haciendo es aparentar para que cuando llegue la
hora de negociar un nuevo contrato, pueda sangrar al que está al otro lado de
la mesa y pedirle más y más y más…
Aparentamos cuando asistimos a
alguna fiesta, cuando vamos a solicitar la concesión de un préstamo al director
del banco, acudimos a una reunión o cuando matriculamos al niño en un colegio –
ahora está de moda eso de los centros bi o trilingües - porque así, otros
pueden pensar que el nivel económico es
superior del que es, y ocultamos que para llegar al final de mes, la cuesta está bastante más
empinada de lo que nuestras fuerzas necesitan.
Farsa, apariencias… algo
consustancial a la condición humana. ¡Santo Dios!
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