domingo, 28 de febrero de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A la sombra de don Ernesto

 



 

Hemingway vino a España como corresponsal, a cubrir los acontecimientos de aquella barbaridad que se llamó Guerra Civil, donde los españoles de entonces no supieron ponerse de acuerdo. Pero… ¡agua pasada no mueve molino!

John dos Passos, Jay Allen, Fischer, Malraux, Cappa, Orwell, Saint-Exupery, Montanelli… Unos fueron más imparciales que otros. Contaron lo que vieron o creyeron ver, las cosas como son. No todos pisaron el frente. Según algunas malas lenguas, alguno como don Ernesto, pasaba muchas horas entre el Hotel Florida en Callao y Chicote y de allí, a la Telefónica desde donde enviaba sus crónicas. Eso no debió ser del todo cierto.

Dijo en una ocasión, que España era el país que más quería después del suyo. Quedó fascinado por las plazas de toros, por las corridas y por todo lo significa el toro. Se unió a los intelectuales que apostaron por la República y tuvo una conexión con Pamplona que se convirtió casi en un flechazo amoroso desde la ciudad.

La primera vez que llegó a la capital navarra fue en 1923. Vino como corresponsal del diario Toronto Star. Se aficionó a los Sanfermines y a las barras de los bares. El café Iruña fue algo así como su ‘casa’ cada vez que llegaba por Pamplona. De su afición a los toros, surgió Fiesta. La pesca fue su más sostenida pasión. Pescó muchas veces en el bosque de Irati..

Su relación con Antonio Ordóñez fue muy íntima. Conoció de primera mano, el enfrentamiento entre Ordóñez y su cuñado Dominguín. Él vino a España para contarlo. La revista Life era la encargada de difundirlo. A aquel tiempo se le llamó el verano sangriento. Era en 1959. Los dos sufrieron cornadas serias en sus cuerpos y en sus interiores.

Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas El viejo y el mar, lo llevó a alcanzar el Nobel de Literatura. Lo encumbró. El viejo pescador de La Habana, Santiago, devoto de la Virgen de la Caridad del Cobre y seguidor del gran bateador Joe di Maggio, llevaba ochenta y cuatro días sin hacer una captura…

En las aguas del Golfo, mientras ponía rumbo a la Habana, de las  que veía los reflejos de sus luces, Santiago “contempló el mar y comprendió lo solo que estaba ahora…” Santiago y ‘Papá Ernesto’ dos hombres – como tantos – solos.

 

 

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