Hemingway vino a España como
corresponsal, a cubrir los acontecimientos de aquella barbaridad que se llamó
Guerra Civil, donde los españoles de entonces no supieron ponerse de acuerdo.
Pero… ¡agua pasada no mueve molino!
John dos Passos, Jay Allen, Fischer,
Malraux, Cappa, Orwell, Saint-Exupery, Montanelli… Unos fueron más imparciales
que otros. Contaron lo que vieron o creyeron ver, las cosas como son. No todos
pisaron el frente. Según algunas malas lenguas, alguno como don Ernesto, pasaba
muchas horas entre el Hotel Florida en Callao y Chicote y de allí, a la
Telefónica desde donde enviaba sus crónicas. Eso no debió ser del todo cierto.
Dijo en una ocasión, que España
era el país que más quería después del suyo. Quedó fascinado por las plazas de
toros, por las corridas y por todo lo significa el toro. Se unió a los
intelectuales que apostaron por la República y tuvo una conexión con Pamplona
que se convirtió casi en un flechazo amoroso desde la ciudad.
La primera vez que llegó a la capital
navarra fue en 1923. Vino como corresponsal del diario Toronto Star. Se aficionó a los Sanfermines y a las barras de los
bares. El café Iruña fue algo así como su ‘casa’ cada vez que llegaba por
Pamplona. De su afición a los toros, surgió Fiesta.
La pesca fue su más sostenida pasión. Pescó muchas veces en el bosque de
Irati..
Su relación con Antonio Ordóñez
fue muy íntima. Conoció de primera mano, el enfrentamiento entre Ordóñez y su
cuñado Dominguín. Él vino a España para contarlo. La revista Life era la encargada de difundirlo. A
aquel tiempo se le llamó el verano sangriento. Era en 1959. Los dos sufrieron
cornadas serias en sus cuerpos y en sus interiores.
Adiós a
las armas, Por quién doblan las campanas… El viejo y el mar, lo llevó
a alcanzar el Nobel de Literatura. Lo
encumbró. El viejo pescador de La Habana, Santiago, devoto de la Virgen de la
Caridad del Cobre y seguidor del gran bateador Joe di Maggio, llevaba ochenta y
cuatro días sin hacer una captura…
En las aguas del Golfo, mientras
ponía rumbo a la Habana, de las que veía
los reflejos de sus luces, Santiago “contempló el mar y comprendió lo solo que
estaba ahora…” Santiago y ‘Papá Ernesto’
dos hombres – como tantos – solos.
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