sábado, 13 de febrero de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Teléfono

 

 

                               


A veces suena el teléfono. No, no es la compañía de telecomunicaciones ofreciendo no se sabe cuántas cosas, y otras más que ni sueñas, si te cambias a los servicios de ellos. Tampoco es la distribuidora de energía eléctrica con tropecientas mil bonificaciones según la tarifa que escojas o la hora (vamos, tu mujer poniendo la lavadora a las tres de la mañana, el lavavajillas a las cuatro, y la aspiradora casi al amanecer…).

Cuando suena puede que estés en la mediación de la escalera. Vienes del supermercado, cuatro bolsas en las manos – no hay que olvidar que solo tienes dos – en tu afán de terminar con el transporte cuanto antes, porque tienes el coche en doble fila y estás hasta el moño de agobios  y bullas y carreras…

Como la curiosidad mató al gato, le echas un vistazo a ver quién es y, entonces, en la pantalla del móvil, te sale el nombre. Sientes un alivio. Tienes que esperar a solucionar lo perentorio, y en cuanto puedes, devuelves la llamada.

Hablas. Se te cambia la cara. Sientes una satisfacción interior enorme porque el amigo que están tan lejos, por arte de birlibirloque, está casi al otro lado, cerca, y se interesa por ti y te pregunta porqué cuelgas el artículo ahora más temprano… y le aclaras y le entra el alma en el cuerpo.

Y te dice cómo lleva el huerto y que su hija ha comprado dos algarrobos y que no sabe dónde los va a sembrar porque no tiene sitio, y que tiene que ordenar todos sus escritos y que ha ido a una ciudad vecina a comprar plantones de cítricos…

Y te entonces, va y te dice que nos tienen contralado de tal manera que saben de nosotros hasta los más mínimos detalles. (Te cuenta un detalle que te asombra). Después seguimos hablando de agricultura y le digo que cuente con un plantón de granado, autóctono de Álora, exquisito, pero que antes tiene que agarrar porque todavía no ha brotado el esqueje,  y me dice que vendrá por él – o yo te lo llevo, le digo – porque esto se acabará algún día.

Estamos faltos de encuentros y ratos de charlas y de compartir las cosas más nimias, y de las relaciones entre personas que se aprecian, de echar el rato con una copa delante… ¡Menos mal que nos queda el teléfono!.

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