Vivimos en una sociedad que, de
los cuatro puntos cardinales que se antojan como orientativos, hay quien ha
perdido ¡los cinco! Pero hombre, ¡si el quinto no existe! Para cuando lo
inventen.
Todo está revuelto, convulso. Uno
no sabe qué se va a encontrar al revolver la esquina, y a veces, hay que pensar
que menos mal que no hay nadie, y esa parte de la calle está desierta…
En cierta ocasión, le escuché a
una persona a la que admiro, algo que me sonó como un aldabonazo en el más
absoluto silencio, como un trueno que deja a los otros truenos pequeños… No te
engañes. “Algunos obispos, hasta creen en Dios”. Me quedé sin palabras. En mis
cortas entendederas, aquello era demasiado.
Hace unos días, empezaron a
correr las noticias. El obispo de Mallorca se salta el protocolo y se vacuna
sin corresponderle. Al poco tiempo, pero tan poco como que pudieron ser solo
unos días, el que se lo salta es el de Tenerife. La cosa no queda ahí, el de
Cartagena y un séquito de…- ¿qué nombre se les puede dar? - se unen a la lista.
Probablemente, todos creen en Dios. De lo que no hay dudas, es que sí creen todos
en la eficacia de la vacuna.
Han entendido que sus presencias
son necesarias en sus diócesis y han tomado la decisión de no privar a la
feligresía de sus personas. En los medios, ha saltado la noticia de que algunos,
conscientes del riego fuera del tiesto, han pedido disculpas y otros han
renunciado a la segunda dosis…
¿Nadie de su entorno ha
vislumbrado el mal ejemplo que estaban dando y les ha avisado? ¿Nadie ha caído
en cuenta que el pastor nunca debe ser el primero en abandonar el rebaño? En
fin…
Pienso ahora, -eso ya no tiene
arreglo - en los papeles viejos encontrados hurgando por los archivos, donde se
dejaba en testamento la venta del majuelo de viña, por ejemplo, para pagar misas (¿eso es simonía?) por las
penitencias mal cumplidas….De la viuda y de los hijos que quedaban, de esos,
silencio.
Quizá hoy he roto el platito
pintado, pero es que me acuerdo de ese otro colectivo de la iglesia entregada a
los pobres, a los necesitados, a los que no quiere nadie, y me subo por las
paredes. Es que uno es muy visceral.
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