domingo, 14 de febrero de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El silencio del campo

 

 

 


 

Toca el silencio del campo el violín de la luz. Es la luz de la tarde, esa luz que, poco a poco, se va, que se está yendo y nosotros la vemos como traspone por detrás de los cerros, alarga las sombras y hace que se recorten las rocas en un horizonte azul y limpio.

El silencio es la voz de Dios en el campo. Solo cabe abrir bien los oídos y escucharlo…¡lo hace de tantas maneras! A nadie deja descontento. Dios tiene cosas así.

Habla en los lenticos que han crecido a su antojo, a su manera. Uno aquí, otro allí. Trepan hacia la cumbre, se paran en la mediación de la ladera, o en aquella quebrada conforme baja el cahorro que busca la cañada y se precipita de piedra en piedra...

Entre los olivos, la tierra que movió el arado, se apropia del sol y del nitrógeno del aire. Lo aprehende, lo baja y lo hace suyo. Es una tierra limpia para que la aceituna del olivo centenario esté llena de aceite cuando llegue su tiempo y vaya al molino y…

Los algarrobos están frondosos. Copudos,  salpicados. Ponen en el paisaje una nota de magnitud. Son los árboles más grandes de contorno. A sus sombras sestearan las cabras cuando lleguen las calores tórridas del estío.

Como sembrados a voleo, los almendros se unen a la fiesta, y se han vestido de blanco, como niños de primera comunión, novios para una boda de la primavera que llama.

Ofrece la roca caliza, en su pie, encerraderos para los conejos. Tomillo, almoraux, retamas, yerbas sin nombre…  Crecen estos conejos sobre con todo el aroma del campo y cuando sobrevuelen las rapaces el azul del cielo ellos buscarán un lugar seguro bajo la herriza o en la roca soberbia que se enseñorea de todo.

Están ahí - una casa y un camino - a media ladera. ¿A quién dará cobijo el tejado de esa casa? El camino se pierde en el primer recodo. Va alguna parte; viene de alguna parte. Todos los caminos tienen un principio y un fin, lo que ocurre es que a veces, no los conocemos como tampoco sabemos dónde y ni en qué momento, ni en qué lugar  del campo nos aguarda  la voz de Dios. Solo, solo hay que ir con los ojos y los oídos bien abiertos…

 

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