Toca el silencio del campo el
violín de la luz. Es la luz de la tarde, esa luz que, poco a poco, se va, que
se está yendo y nosotros la vemos como traspone por detrás de los cerros,
alarga las sombras y hace que se recorten las rocas en un horizonte azul y
limpio.
El silencio es la voz de Dios en
el campo. Solo cabe abrir bien los oídos y escucharlo…¡lo hace de tantas
maneras! A nadie deja descontento. Dios tiene cosas así.
Habla en los lenticos que han
crecido a su antojo, a su manera. Uno aquí, otro allí. Trepan hacia la cumbre,
se paran en la mediación de la ladera, o en aquella quebrada conforme baja el
cahorro que busca la cañada y se precipita de piedra en piedra...
Entre los olivos, la tierra que
movió el arado, se apropia del sol y del nitrógeno del aire. Lo aprehende, lo
baja y lo hace suyo. Es una tierra limpia para que la aceituna del olivo
centenario esté llena de aceite cuando llegue su tiempo y vaya al molino y…
Los algarrobos están frondosos.
Copudos, salpicados. Ponen en el paisaje
una nota de magnitud. Son los árboles más grandes de contorno. A sus sombras
sestearan las cabras cuando lleguen las calores tórridas del estío.
Como sembrados a voleo, los almendros
se unen a la fiesta, y se han vestido de blanco, como niños de primera
comunión, novios para una boda de la primavera que llama.
Ofrece la roca caliza, en su pie,
encerraderos para los conejos. Tomillo, almoraux, retamas, yerbas sin nombre… Crecen estos conejos sobre con todo el aroma del
campo y cuando sobrevuelen las rapaces el azul del cielo ellos buscarán un
lugar seguro bajo la herriza o en la roca soberbia que se enseñorea de todo.
Están ahí - una casa y un camino
- a media ladera. ¿A quién dará cobijo el tejado de esa casa? El camino se
pierde en el primer recodo. Va alguna parte; viene de alguna parte. Todos los
caminos tienen un principio y un fin, lo que ocurre es que a veces, no los
conocemos como tampoco sabemos dónde y ni en qué momento, ni en qué lugar del campo nos aguarda la voz de Dios. Solo, solo hay que ir con los
ojos y los oídos bien abiertos…
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