Media mañana de un día soleado de
verano. Ni frío ni calor. Ha llovido durante la noche. El campo está verde y la
yerba mojada. Viene un aire fresco, reconfortante, un aire agradable que
acaricia la cara y deja un punto de satisfacción por dentro. Se rezuma la
humedad acumulada. Es el verano del Pirineo.
La ciudad se asienta en torno al
río Nive. Vista desde aquel lado, es la Nueva Aquitania, Pirineos
Atlánticos; desde este, pertenece a la Baja Navarra, la Navarra de
Ultrapuertos. De uno y de otro, norte del País Vasco, al pie de la enorme
cordillera – ‘que nos separa de Francia’, que se cantaba en la escuela de los
años cincuenta con el puntero ante el mapa de hule ajado - y antes que se abra
la llanura francesa enorme, inacabable.
Cautiva. Uno transita por un
dédalo de calles antiguas con toques de modernidad. Un puente con baranda de
hierro cruza el río cerca del Prisión de los Obispos. Café de Remparts, café de
Navarre… Tiendas de flores, recuerdos. Tiendas que ofertan productos para
bocadillos, quesos, charcutería, bebidas, utensilios para andar el camino…
Casonas de fachadas grandes. Algunas
están a nivel de calle, otras tienen varios escalones para acceder. Las
esquinas se rematan con bordes de piedras. Dan consistencia y una originalidad
que no se ve en otros sitios. Enormes dinteles, ventanales con visillos que no
dejan ver lo que hay al otro lado. Los balcones están ahítos de geranios
rojos...
Está rodeada de un bosque
frondoso: alisos, tejos, hayas, avellanos… A medida que se inicia la ascensión
– es el comienzo del Camino de Santiago -
desaparece la vegetación y se abren los prados de alta montaña: pastan
ovejas, vacas, caballos, cabras lanudas… Están indiferentes al paso de los
peregrinos. Vienen de tantos sitios y a todos los mueve algo diferente a los
otros. Solo les une un objetivo en común: hacer el camino.
Muy temprano, los primeros
peregrinos se han echado a andar Generalmente es una fila larga, interminable.
Un goteo constante. Son desconocidos. Luego, poco a poco, y antes de coronar el
puerto de Ibañeta, aparecen las primeras agrupaciones. Tres, cuatro… la gente,
por la dificultad o porque el hombre es un ser sociable, se une a otros que
hacen la misma ruta.
Por delante, solo quedan
alrededor de ochocientos kilómetros…
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