jueves, 22 de marzo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Huéspedes


Han llegado temprano. Casi con las primeras luces. Casi seguro que han viajado durante toda la noche y traen cansancio acumulado, la fatiga de quien ha andado muchos caminos, ha sorteado peligros y ha salvado un puñado de obstáculos.

Llegaron como  siempre sin hacer ruido y sin avisar. Apenas, una sombra al otro lado de los cristales de la ventana con un paso fugaz y rapidísimo. Algo así como ‘vistos y no vistos’. Pero eran ellos. Al momento, otra vez, ahora ya con la mirada más fija supe que eran ellos. Vamos  que son ellos.

La abubilla la que anida cada año, en el muro del  caserón viejo que está al otro lado de la cañada, esa ya lleva aquí un tiempo. La vi hace unos días entre claros de sol y lluvia, después de un chaparrón,  picoteando por el camino. Abrió las alas, hizo un vuelo corto y se fue a picotear un poco más allá, como quien pone algo de tierra  por medio.

Dicen que ellos vienen de muy lejos. De esos lugares donde las noches no tienen contaminación lumínica y solo tienen la luz de las estrellas  y las arenas están caldeadas y muy calientes porque el sol del día es duro y les pega fuerte.
Cuando han llegado han hecho el reconocimiento oportuno. Primero se han acercado al cobertizo han visto cómo estaban las vigas que dejaron el año pasado, luego, han reconocido los bajos del alero del tejano y lo han encontrado un poco mojado porque aún se conserva algo de humedad bajo las tejas.

Después han hecho un reconocimiento cercano. Han visto que el arroyo lleva un poco de agua, no mucha, pero alguna. Han mirado cómo revientan las yemas de los álamos blancos y están casi rompiendo los pámpanos de la parra. Están ahítos de flores los duraznos y los membrillos del borde de la alberca son un posadero de mariposas blancas a modo de flores.

El río baja serio y majestuoso. Las junqueras de la orilla todavía están dobladas porque la última crecida las dobló y ellas como siempre cedieron por unas horas de ser enhiestas y doblaron, adaptándose, los pimpollos.

Son ellos. Han llegado esta mañana, casi con las primeras luces del alba. Los vencejos han venido para quedarse un tiempo. Vamos a echar el verano…




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