Alguien dijo que la primavera –
ya llama a la puerta – solo es placentera en la mente de los poetas. Desde hace
unos días, además de la lluvia, arrecia el aire. El hombre del tiempo pone las
flechas como que vienen de poniente. Luego, a la hora de la verdad, es un aire
revuelto que forma remolinos y la lía.
Árboles caídos, ramas que
vuelan, olas que superan una altura a la que las playas donde tienen el
rebalaje no están acostumbras y vienen ellas muy listas y se llevan la arena y
destrozan los merenderos y hunden embarcaciones y todas esas cosas que pasan.
Dice el Maestro Barbeito que,
de vez en cuando, el río que no se mete con nadie se presenta con los
escrituras debajo del brazo y enseña los papeles. La mar ha hecho algo parecido
en las costas de Huelva, Cádiz y, esta mañana, en Almería. No sé si solo ha
enseñado los papeles de las escrituras. Parece por lo que cuenta la televisión
que, también, ha enseñado los dientes.
Hay otro aire. Pega más de la
cuenta. Ese aire se ha metido por las rendijas. Es un aire que siendo más viejo
que el palmar de la Fiscala se presenta como nuevo. Es sutil como una puñalada
por la espalda. No hay más que ver el telediario. ¡Dios mío qué cosa cuenta, y
cómo se comportan algunos (permítanme que también diga algunas) que deberían
dar ejemplo de otra cosa.
El refranero habla de marzo
lluvioso, y éste lo ha sido cuando ya nadie daba un duro por él y ha venido y
ha arreglado algo de eso endémico que en España es la envidia, no, no que me
equivocado, eso no tiene arreglo, quería decir la sequía En algunos sitios los
pantanos desaguan; en otros hablan de cifras de embalses impensables… ¡Qué
cosas!
El aire, este aire que les ha
dado horas extras a los que arreglan persianas y venden macetas para balcones y
marquesinas para las paradas de autobuses y lleva de su mano las nubes sobre el
castillo… cuando se torna manso y amable, entonces, entonces peina los trigos
en las lomas y le pasan la mano a los habares y abre las flores de los ciruelos
y los perales y deja que liben en las pasifloras la abejas… ¡Con ese me quedo!
Es que la primavera bo se atreve a salir viendo como está el mundo.
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