Hoy se ha sabido. Al mediodía
la radio del coche, bueno, la radio no, una voz, leía la noticia. Hoy hemos
conocido que desde hace doce días hay un ángel más en el cielo. Se llama
Gabriel y tenía ocho años…
Ahora viene el rosario de
especulaciones, dichos, dimes, mensajes… Todos los sabíamos; todos albergábamos
no se sabe cuáles ni cuántas sospechas. ¡Qué más da! Todos teníamos una leve –
o gran pellizco – por dentro que nos anunciaba lo peor. Gabriel, no va a
parecer con vida.
El paisaje de Almería, del
Campo de Níjar, ha estado durante estos días en las portadas de los
telediarios, en los periódicos, en la mente de todos. Hemos conocido pozos,
balsas, barrancos, quebrabas, orillas de la mar… La gente se ha tirado a la
calle. La gente se ha jugado su propia vida en una búsqueda que no tenía fin.
¡Y para el fin que ha tenido!
Hace doce días su alma limpia
de niño subió al cielo. Otra alma, un alma sin escrúpulos arrebató de la vida
de la tierra a Gabriel, el niño de mirada clara y sonrisa grande; el chavalillo
con cuerpo de junco al que ha bamboleado un mal viento movido por una mano
asesina.
Gabriel según las fotos que se
han difundido tenía la boca grande, los dientes como mal puestos y unos
pelillos finos y suaves que se deslizaban por su frente. Gabriel era aficionado
a los peces. Le gustaban los peces. Gabriel tenía el encanto, todo el encanto
que encierra un niño de ocho años.
Dese hace doce días Gabriel
tiene dos alas nuevas. Esas no han salido ni en la televisión ni en los
periódicos. Son las alas que Dios pone a sus ángeles para que vuelen de otra
manera a como vuela alguna gente. Gabriel iba a jugar con sus primos. No sabía
que le esperaba otro patio, en otro sitio y ahora, desde allí seguro que jugará
con muchos peces, tantos que a veces no sabremos si por el cielo azul van nubes
blancas o son las plumas de las alas de Gabriel que juega con sus peces…
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