La barra tiene la gente
suficiente como para que no haya sitio pero tampoco está tan llena como para
que uno tenga que buscar sitio – el acomodo, es otra cosa – en otro lugar del
bar. Mira y contempla y no decide irse a la otra punta… Se queda en la mitá…
Se han ido los que madrugan.
Los que entran a primera hora aunque vayan con un poco de retraso, desayunan
temprano. (Los que vienen cuando aun no están las calles puestas, es otra
gente). Luego vienen los rezagaíllos. Ni sábanas pegadas ni prestanza. O sea en
la mitá…
Uno pide medio mollete con
aceite. Tostado. ¿Por los dos lados, pregunta el camarero? No; medio, solo una
parte. O sea, la mitad de medio mollete que no es entero y tostado por un lado.
Lo miro. ¿Le pondrá aceite por los dos? He sido un mal pensado. No, solo le ha
puesto aceite, en la mitá…
Uno de los asiduos pide un
cortao. No es de café; no. El camarero saca una copa pequeña, panzuda y marcada
por una línea roja casi en la mediación de la copa - la mitá - se gira. Alcanza una botella del
mostrador. Vierte el anís (que tiene nombre de torero) sobre la copa. No
sobrepasa la raya. Tiene el tío un pulso milimetrado. La deja en la mitá…
Luego, sin mediar palabra, abre
una nevera de esas que se cargan por arriba y solo abren una de las dos
portezuelas; saca una botella de agua. Está por la mediación. La deja sobre el
mostrador. La destapa con parsimonia. De debajo saca un vaso. Está limpio. El
hombre, levanta la botella y deja caer el agua fresca. Solo llena el vaso hasta
la mediación. O sea, por la mitad.
Llega uno:
-
Ponme un mitá…
-
Doble o pequeño.
-
Normal
-
Leche ¿fría o caliente?
-
Mitá y mitá…
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