Ellos tienen, también, su
Semana Santa. No han tenido que acercarse a la tienda de tejidos especializada
en ropa de nazarenos. Visten de negro durante todo el año. Tampoco han debido
ir a ese lugar donde venden los
capirotes a medida, ni al lugar ese con el
olor especial que tiene el almacén donde guardan los enseres y se recogen las
velas.
Esta mañana han cantado sus
saetas particulares. Desde muy temprano, vamos, antes de despuntar el día ellos
se han comunicado con los silbos propios que hoy tocaba procesión. Todo el
campo, al apuntar el día, era un continuo ir y venir de mensajes.
Luego, a medida que avanzaba la
luz, los he visto por las tapias de la alberca, entre el ramaje de los granados
que van encendidos y dentro de muy poco, en cuanto cuaje esas procesión de
hojas nuevas que suben por sus ramas, ofrecerán las primeras granadillas
coronadas de pétalos rojos.
Hay una pareja más confiada que
las demás y me han mirado con los ojos con que miran los pájaros que son como
de la familia. Esos pájaros, aunque no lo parezca, también suelen poner sus
distancias, marcan sus terrenos y saben hasta donde pueden llegar sin traspasar
el límite que marca la prudencia.
Después de estos días de lluvia
el campo estrenaba ropa nueva. El campo estaba precioso. Todo era una sinfonía
de color. En el borde del camino abren las margaritas: blancas, amarillas. Los jaramagos
arquean sus troncos débiles rematados en pompones amarillos. Un sinfín de florecilla violetas, moradas,
lilas… se unían al cortejo.
Esta mañana de silbos amorosos
tenían tintes versos, entresacados, del
‘poverello de Asís’ y todo el campo entonaba: “Loado seas, mi Señor, por
nuestra hermana la madre tierra, / que nos sustenta y gobierna, / y produce
diversos frutos con coloridas flores y hierba.”
Luego, los mirlos han decidido
que ellos esta tarde van a tener su
propia procesión. Se van a quedar de rama en rama para ver cómo cuajan las
flores en los ciruelos y apuntan las primeras higueras con frutos y flores
nuevas. Se han desentendido de esas tensiones que dice el telediario que se viven
en otros lugares con porras y rostros que chorrean sangre y esas cosas.
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