Llovió durante toda la noche.
Amaneció entoldado, el cielo de color gris lejano. A veces, se derramaba en gotas suaves, diminutas, casi
imperceptibles; otras, escampaba, había charcos en el camino.
Se viste el campo de primavera.
El campo aguarda y calla. Recibe el regalo del cielo y espera. En su interior sabe que lo va a
devolver con creces. Ya apunta, ya se viste de primavera.
Quedan aún algunos almendros
retardíos en flor. Son como los últimos que resisten las cornadas postreras que
da el invierno, como los toros mansos que nunca rematan pero siempre son un
peligro, sin saberse por dónde pueden venir.
Están reventonas las yemas de
la parra. Encierran un puñado de hojas. Se empujan unas a otras por salir y
abrirse en pámpanos tiernos, en sarmientos largos, en capa de verde para
sombrear cuando caliente el sol del mediodía.
Los ciruelos de la alberca
todavía no tienen flores; tampoco se han vestido de mariposas blancas los
membrillos; albaricoques y albérchigos están en la espera de su tiempo. Dentro
de unos días recibirán una llamada en su puerta y, entonces, comienza una pugna
en un pulso desde la altura con el manto
florido que cubrirá la tierra.
Una capa de estiércol abriga las
almácigas de tomates y pimientos; están las pipas de calabaza en su abrigo
terrenal, abrigadas y en espera de romper en cuanto reciban la voz de la madre
naturaleza que les dirá que ya es el momento, que les ha llegado su hora.
Cantaba en el olivo un
carbonerillo. Su canto iba de rama en rama,
por cierto, en los olivos ya se ve la trama que por San Juan será
aceituna como pezoncillo adelantado y en la Virgen de agosto hará su encierro
de aceite.
Trasmitía el carbonerillo su
canto; respondían otros pájaros… Un mirlo lejano. Su silbo, una llamada a
alguien que lo esperaba o un anuncio reafirmando su presencia. Cantaban también
los chamarines. Un silabeo contantes que nunca rompe en un pentagramas de
notas. Entre ellos se entienden.
Trasmite la radio noticias
buenas. Dos magnates esperpénticos deciden hacer algo sicodélico. Van a hablar
(no se sabe ni dónde ni cuándo); otras noticias no son tan buenas y cuentan de lugares que están más cercanos. Sigue el
carbonerillo con su canto. Hay quien se pierde este preludio de primavera…
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