¿Adónde – como el camino de don
Antonio – va el tren? ¿Va o viene? Quieto y en marcha; parece parado y no lo
está. ¿Cuántas ilusiones lleva dentro? Seguro que también carga con un puñado
de sufrimientos.
Otro tren es noticia esta
mañana por algo tremendo. Un hombre ha puesto fin a su vida después de haber
matado a sus hijos tirándose a la vía ¿Cabe mayor disparate? ¿Qué puede pasar
por una mente para cometer eso que cuentan las noticias?
Ese otro tren pasaba anoche por
Getafe. En la cercanías de Madrid. En
Getafe, en su término municipal, una enorme figura del Corazón de Jesús
marca el centro geográfico de España. Otea los vientos desde las alturas. Saluda a
los que llegan, despide a los que se van…
Getafe hoy está en todas las
portadas – la noticia durará un par de
días, hasta que venga otra peor que la supere, que la habrá – porque un tren ha
quitado la vida de un hombre que decidió entregarla como moneda de cambio a la
locura que acababa de cometer.
Marilina ha colgado una foto
preciosa. El campo en primavera. Todo verde. Un puñado de casas agrupadas, a la izquierda. Es la barriada de Bellavista.
Acertaron en el nombre. Desde la otra margen del río ve cómo cada día el sol se
va por detrás del monte Redondo, y los trenes que suben y bajan.
Ese tren viene de Sevilla. Esa
ciudad a orilla de otro río y que se salpica de flores de jacarandás ahora que
la primavera empuja. El viento viene frío y racheado; no quiere perderse el
espectáculo. Ni aquí ni en Sevilla. Sopla con fuerza. Hace que vuelen las
persianas de las ventanas y peligren las macetas balconeras.
El tren, el que ha recogido
Marilina desde el otro lado de la valla,
llega a la estación de Álora; el otro, el que circuló anoche por la vías de
Getafe seguro que llevaría a otro destino en el mapa. No sabemos adónde. Lo que
sí sabemos es que ha ido al peor de todos, al del dolor, el desagarro y la
muerte. ¿Dios mío qué está pasando?
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