viernes, 6 de mayo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mayo

Es de noche. Estoy cansado. ¿Desde cuándo me he cansado yo por las noches?  Manuela pone una foto preciosa y dice que llueve sobre Sevilla. Le comento que alguien dijo que en Sevilla hasta la lluvia es arte. No sé, yo siempre pensé que eso le quedaba mejor a Santiago.

Dios esta mañana se ha dado un paseo sin bulla por el campo. Los pimpollos de los olivos hacían reverencia al paso de la procesión. Se ve que Dios – lo tenemos loco – hay veces que mira para otro lado y la liamos.

José María me cuenta que un desalmado ha dado la orden de bombardear un campo de refugiados. Acudo al periódico. Lo confirmo; lo amplio. José María se queda corto. No tengo ningún derecho a nada después de leer y ver las imágenes que andan por ahí para horror de quien quiera verlas.

Llueve. Llueve agua fina;  en muchos sitios llueve de otra manera. Se llama: metralla, odio, rabia, injusticia, incomprensión... No sé quién manda que se hagan esos disparates. El Papa clama y no le hacen caso. Los niños lloran y no escuchamos su llanto. La gente huye despavorida y los devolvemos porque eso de sentar un refugiado a la mesa queda muy bonito… pero en la mesa de otros.

Estoy cansado. Debe ser que me estoy haciendo viejo. Hubo un tiempo en que pensé que todo el mundo era bueno; luego el ‘todo’ tuvo mucho de ‘casi’; llegó un después, la  duda era enorme y se perdía el casi por las esquinas de los recuerdos. Quiero pensar que estoy equivocado, que sí, que sí, que somos – son, perdón por la inmodestia - buenos.

En la Asociación Cultural un grupo de pintores locales cuelgan una muestra de su obra. ¡Qué bonita es la ilusión de la gente! Menos mal que aún quedan esas personas que nos aportan su arte, su sensibilidad que los desborda y la ofrecen para deleite de todos.


“Por fin trajo el verde mayo / corregüelas y albahacas”. Lo escribió Miguel Hernández y miren cómo le pagamos. Este verde mayo, también, ha traído un pregón de mi amigo Antonio Domínguez en Almonaster, y morenas guapas de ojos negros y piques de fandangos  y pájaros y rosas y, por ¡Dios bendito! tampoco olvidemos todo lo ‘otro’; también, ha venido en mayo.

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