domingo, 1 de mayo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. JR

Es la escusa. No tiene nada que ver con el malvado personaje que andaba entre viñedos en California y casi – y sin casi, ante la pregunta del presentador – nos enteramos que ‘JR’  es el nombre del perrillo protagonista y las iniciales del autor: Juan Rebollo, que acaba de presentar, Confidencias con el espíritu de mi perro.

Obra en prosa; encierra más, bastante más de lo apunta el título. Juan - ¿confesiones de un san Agustín de hoy? - ha desplegado sobre el pentagrama de hojas blancas una sinfonía de su vida. No la ha escrito en clave de Sol ni de Fa; no. La ha escrito en clave intimista. El autor habla de sí, consigo mismo y con los demás.

Debajo de todo subyace Mollina, el pueblo al que vuelve  - ¿alguna vez se fue? – después de un periplo por los medios de comunicación y con un bagaje viajero que llena una maleta de experiencias, de vivencias, de dioses y demonios, de apuntes que dejan muy claro dos cosas. Estamos ante un hombre con una vida interior enorme y con una pena.  ¡Qué pena de haber perdido un gran periodista!

En unas líneas del pentagrama aparece el poeta observador que ve en la lejanía las luces de Antequera o “la luna, entre hilachos morados”, o se las busca con los fantasmas que llegan en la noche San Juan, o en ese campo que lo marcó de niño; en otras, llegan los recuerdos, los encuentros,  los desengaños,  la infancia a la que llama y a la que refleja en la persona de Oliva como la prolongación positiva de lo perdido.

Deja Juan, también  - entre líneas - un puñado de mensajes subliminales: la angustia de la penuria económica del que tiene que sobrevivir con su trabajo, una niñez marcada (“mi aislamiento y mis soledades”), aquella primera bicicleta para mitigar un irremediable; el cementerio…la fecha maldita, un deje de amargura ante la ingratitud de los más cercanos. ¡Qué sé yo! Juan, si lo sabe.


Me quedo con una duda. ¿Existió JR?  Juan habla con él mismo. Por aquello de don Antonio Machado, de ¿“quien habla solo espera a hablar con Dios un día”?. Cualquier tarde le pido que me invite a un café… y lo hablamos. Mientras tanto, échenle un vistazo al libro, ya verán, ya verán…

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