El hombre del tiempo anunció agua y llovió. Dijo que
iba a entrar una borrasca por el Golfo de Cádiz y entró. Predijo la formación
de una gota fría en no sé qué punto del Mediterráneo y que caería barro - vamos agua como de color de chocolate de
Casa Aranda, pero sin chocolate y sin churros – y, más o menos…
Lo que el hombre del tiempo no ha dicho pero que
tampoco hace falta porque lo difunde la prensa es que de Navarra se van las
empresas, que la presión fiscal en algunos aspectos es agobiante y que la gente
está hasta el gorro de pagar impuestos.
Tampoco dijo que las urgencias en el Hospital
Clínico Universitario y en el Carlos Haya están colapsadas. Ya ven, o es que a
la gente les ha dado por ponerse mala más de la cuenta, o es que hay menos
personal sanitario del que se precisa para atender a tanta demanda. Si fuese lo
primero hasta podría tener un arreglillo; lo segundo, clónico.
Están eufóricos los del Atl. de Madrid; con la mosca
detrás de la oreja los del Madrid. Ven a los vecinos crecidos y con una moral – de fútbol de calidad, algo
menos – a prueba de todo, y les pueden aguar - y seguimos con agua de mayo – la fiesta. La
alegría siempre va por barrios; la preocupación, por todos sitios.
Como el día estaba entolado y cubierto, los pájaros
se lo pensaron esta mañana antes de echarse a sus tareas. (Un gorrión, con las
alillas abiertas se daba un baño sobre un tronco pelado). No cantaron temprano.
Todo estaba echado, como en calma, como quieto, como quien espera algo y que
llegará de un momento a otro y, va y llega.
Así fue. Cuando
pasó la primera brusca los chamarines sacaron pecho y cantaban, como si no lo
hubiesen hecho nunca, en el los cables del teléfono; el cuco cantaba en la
sierra; la abubilla en el arroyo, y una
sinfonía de pájaros se arrancó en el campo mojado por una lluvia suave y
bendita que le había bajado del cielo.
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