jueves, 5 de mayo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lluvia de mayo

El hombre del tiempo anunció agua y llovió. Dijo que iba a entrar una borrasca por el Golfo de Cádiz y entró. Predijo la formación de una gota fría en no sé qué punto del Mediterráneo y que caería barro  - vamos agua como de color de chocolate de Casa Aranda, pero sin chocolate y sin churros – y, más o menos…

Lo que el hombre del tiempo no ha dicho pero que tampoco hace falta porque lo difunde la prensa es que de Navarra se van las empresas, que la presión fiscal en algunos aspectos es agobiante y que la gente está hasta el gorro de pagar impuestos.

Tampoco dijo que las urgencias en el Hospital Clínico Universitario y en el Carlos Haya están colapsadas. Ya ven, o es que a la gente les ha dado por ponerse mala más de la cuenta, o es que hay menos personal sanitario del que se precisa para atender a tanta demanda. Si fuese lo primero hasta podría tener un arreglillo; lo segundo, clónico.

Están eufóricos los del Atl. de Madrid; con la mosca detrás de la oreja los del Madrid. Ven a los vecinos crecidos  y con una moral – de fútbol de calidad, algo menos – a prueba de todo,  y  les pueden aguar  - y seguimos con agua de mayo – la fiesta. La alegría siempre va por barrios; la preocupación, por todos sitios.

Como el día estaba entolado y cubierto, los pájaros se lo pensaron esta mañana antes de echarse a sus tareas. (Un gorrión, con las alillas abiertas se daba un baño sobre un tronco pelado). No cantaron temprano. Todo estaba echado, como en calma, como quieto, como quien espera algo y que llegará de un momento a otro y, va y llega.


 Así fue. Cuando pasó la primera brusca los chamarines sacaron pecho y cantaban, como si no lo hubiesen hecho nunca, en el los cables del teléfono; el cuco cantaba en la sierra; la abubilla en el arroyo,  y una sinfonía de pájaros se arrancó en el campo mojado por una lluvia suave y bendita que le había bajado del cielo.

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