sábado, 14 de mayo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: María Zambrano

“Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”. La mujer que pronunció esta frase nació en Vélez-Málaga a principios del siglo XX. En su tierra – y fuera, también -  hay gente a la que ese nombre le suena a estación de tren…

Sus padres fueron maestros. En la Axarquía vivió hasta los cuatro años. De salud delicada, enfermiza. Siempre se temió por su vida, y hasta hubo un momento en que la dieron por muerta después de varias horas inconsciente.

Vivió en Segovia donde su padre fue catedrático en la Normal; luego, en Madrid. Después, en medio mundo. Accede – junto con otra chica – a Instituto. Da señales desde muy pronto de poseer una inteligencia superior.

Amores fallidos  - la familia no lo acepta – con su primo al que mandan de profesor de español… a Japón. ¡Eso sí que es poner tierra de por medio! Vuelve a Madrid. Se matricula en Filosofía tiene de profesores a Xavier Zuribiri, Julian Besterio, García Morente, Manuel Bartolomé de Cossío…

Entra en el círculo de la Revista de Occidente. Amiga de Ortega y Gasset. Media entre él y Antonio Maravall y otros escritores jóvenes. Contacta con los intelectuales y con los círculos políticos de su tiempo: Machado,  Miguel Hernández, Valle-Inclán, Cernuda, Bergamín, Primo de Rivera, Barbudo…, y el que sería su marido Alonso Rodríguez.

De Chile, donde su marido estaba destinado, vuelven en plena guerra. “¿Por qué vuelven – le preguntan – si la guerra está perdida?”. “Por eso”, contestó. Después el exilio: La Habana, Mexico, Nueva York, Puerto Rico. Su vida es un peregrinar continuo. Penalidades de todo tipo; carencias, todas.

A partir de 1980 en España entra la prisa por agasajarla y reconocer sus méritos. Vienen los reconocimientos como las uvas en los racimos de su tierra: unos junto a otros: Hija adoptiva y Predilecta; Príncipe de Asturias; Doctora Honoris Causa, el Cervantes…

La poesía para María Zambrano es pregunta; la filosofía, respuesta. El hombre y la realidad; dioses y mitos; la nada  y el origen. La obra de María Zambrano tan desconocida como lo fue ella durante mucho tiempo.


Instalada en Madrid, apenas ya sale. Ni la salud ni los años lo permiten. Muere, 1991, en un piso de la calle Antonio Maura entre El Retiro y la Plaza de la Lealtad. Era febrero. En ese mes, en Madrid, hace frío por fuera y, a veces, también, por dentro.


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