Un amigo que se las anda en los fervores rocieros me
llamó anoche: “Pepe, esto no es llover; esto es mala leche”. La respuesta venía
dada: “sarna con gusto no pica”. Dicen que los alrededores de la ermita que en
tiempo normal es una sobra de agua, ahora es una laguna y no se sabe si es mar
o es marisma.
Claro que para una vez que viene la romería al año
podría aflojar el jarreo, digo yo, y dejarlo para otro ratillo con menos
carretas en los caminos, con más polvareda en las arenas, con más candelas por
la noche y con esos despertares de tamboriles y sueños.
¡Ay, trece de mayo! Un año se me ocurrió ir a
Fátima. Oigan, eso no es gente; no, no. Eso son las cataratas del cielo
abiertas pero no de agua, como en la Rocina, no; como cuando dicen que viene el
Cautivo por el puente de calle Mármoles, o la Legión por la Alameda o la
Despedía, en Álora, una mañana de Viernes Santo…
¡Ay, trece de mayo!, y Rafael de León en estado puro
y doña Concha – porque doña Concha solo hay una – Piquer, que esa sí que era
grande, cantando en la radio en los programas de discos dedicados que hacían
feliz a media España.
Y yo - que
decía la copla - que me encontré
contigo, y ojos de manzana, y labios de cuchillos y linajes y apellidos y una
España en blanco y negro con sueños de domingos por la tarde y ropa nueva de
estreno cuando la carestía era tanta y las alegría tan pocas.
¡Ay, trece de mayo!, bendita sea la mare, la mare que te ha parío… ¡Ay, Dios, ya
la hemos liado! Ahora que nos mandan de vuelta a la tribu que propone la
redentora catalana… Por cierto, la única tribu que admito, que es buena de
verdad, palabrita del Niño Jesús, es la que cada día de título al artículo de Barbeito, en el ABC
de Sevilla; esa sí; esa no tiene desperdicio pero ¿la otra…?
Me quedo con la borrachera de cariño, con el alba y
el trigo, con el atardecer y madrugada, tarde y noche y…“que es mi sinrazón
campanas / y tu voluntad sonio / ay, trece de mayo, cuando me encontré
contigo”.
Muy bueno, querido Pepe. Y muchas gracias por lo que me toca. Y un abrazo. Y no olvides que siempre que ha llovido, ha escampado.
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