viernes, 3 de enero de 2014

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. El cabrero

                                               

Se iba la tarde, como se van las tardes a primeros de enero: con sol dorado y con bulla. Se hacen grandes las sombras. Los cirros, blancos y deshilachados, marcaban por el cielo, más celeste que azul, un camino. Como don Antonio Machado me pregunto: ¿adónde el camino irá?

El atajo de cabras careaba en la coronación de la loma. Poca yerba nueva y algo de pasto seco. El cabrero lleva una gorra, a modo de pasamontañas, que le cubre las orejas, una honda de siete ramales, un garrote de acebuche y un perro garbito que anda, junto a él, de manera cansina. En la cintura del cabrero cuelgan varios botijos – de madera de encina y cuerdas de pita - para ponerlos en la boca de los chivos ritones.

Lleva un puñado de cabras veleñas. “Casi toda, paridas - comenta - tempranas” porque “los chivos de enero no valen dinero”. Le digo que es un refrán viejo y me dice que todos los refranes los son. Sentencia. “Duran más que nosotros”. Le digo que sí. Tiene ganas de hablar y hablamos.

Me cuenta que hogaño el otoño se ha presentado duro. Como hacía muchos años que no venía otro igual. En el campo o nos ahogamos porque sobra el agua o porque no viene. Ya ve usted, el año pasado lo que nos trajo el río y éste… Están secos los veneros, no han corrido, todavía, las cañadas y, a los pozos, se le ve “lo hondo”.

Recogen la leche con un camión. Se la llevan a la central. No me parece de buen gusto hablarle de dinero, pero me cuenta que los chivos se los llevan a Barcelona y los pagan más mal que bien. El cabrero, sabrá lo que habrá pasado esos meses menores con las cabras a boca parir y el campo lambido de forraje.

Se echa la noche encima. Va camino del corral. Suena una sinfonía de cencerras. “Ahora, hay que darle de mamar a las chivas que he dejado para semilla”. Luego vendrá el destete y cuando lleguen los meses mayores ya serán unas primalas hermosas. El cabrero se levanta cuando asoma, por Los Lagares, el lucero y comienza el ordeño.


Huele el aire cabras. Le digo que hubo un hombre que se llamaba Miguel, que fue cabrero, y que escribía versos. Nunca ha escuchado hablar de ese hombre. Le cuento algunas cosas de él. Lo detuvieron por mor de un reloj y… por las ideas. Eran otros tiempos. Nos despedimos; se aleja el cabrero…

1 comentario:

  1. Un paseo es una historia para ti. Mientras los demás pasamos y no vemos nada, tus ojos y tu mente siempre está activa para observar y medir los elementos que tienes a tu lado y aún más lejos. Pepe, leerte es ver, oír y pensar lo que a través de esos sentidos proyectas.

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