Se iba la tarde, como se van las tardes a primeros de enero:
con sol dorado y con bulla. Se hacen grandes las sombras. Los cirros, blancos y
deshilachados, marcaban por el cielo, más celeste que azul, un camino. Como don
Antonio Machado me pregunto: ¿adónde el camino irá?
El atajo de cabras careaba en la coronación de la loma. Poca
yerba nueva y algo de pasto seco. El cabrero lleva una gorra, a modo de
pasamontañas, que le cubre las orejas, una honda de siete ramales, un garrote
de acebuche y un perro garbito que anda, junto a él, de manera cansina. En la
cintura del cabrero cuelgan varios botijos – de madera de encina y cuerdas de
pita - para ponerlos en la boca de los chivos ritones.
Lleva un puñado de cabras veleñas. “Casi toda, paridas -
comenta - tempranas” porque “los chivos de enero no valen dinero”. Le digo que
es un refrán viejo y me dice que todos los refranes los son. Sentencia. “Duran
más que nosotros”. Le digo que sí. Tiene ganas de hablar y hablamos.
Me cuenta que hogaño el otoño se ha presentado duro. Como
hacía muchos años que no venía otro igual. En el campo o nos ahogamos porque sobra
el agua o porque no viene. Ya ve usted, el año pasado lo que nos trajo el río y
éste… Están secos los veneros, no han corrido, todavía, las cañadas y, a los
pozos, se le ve “lo hondo”.
Recogen la leche con un camión. Se la llevan a la central.
No me parece de buen gusto hablarle de dinero, pero me cuenta que los chivos se los llevan a Barcelona y los pagan más mal que bien. El cabrero, sabrá lo que habrá
pasado esos meses menores con las cabras a boca parir y el campo lambido de
forraje.
Se echa la noche encima. Va camino del corral. Suena una
sinfonía de cencerras. “Ahora, hay que darle de mamar a las chivas que he
dejado para semilla”. Luego vendrá el destete y cuando lleguen los meses
mayores ya serán unas primalas hermosas. El cabrero se levanta cuando asoma,
por Los Lagares, el lucero y comienza el ordeño.
Huele el aire cabras. Le digo que hubo un hombre que se
llamaba Miguel, que fue cabrero, y que escribía versos. Nunca ha escuchado
hablar de ese hombre. Le cuento algunas cosas de él. Lo detuvieron por mor de
un reloj y… por las ideas. Eran otros tiempos. Nos despedimos; se aleja el
cabrero…
Un paseo es una historia para ti. Mientras los demás pasamos y no vemos nada, tus ojos y tu mente siempre está activa para observar y medir los elementos que tienes a tu lado y aún más lejos. Pepe, leerte es ver, oír y pensar lo que a través de esos sentidos proyectas.
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