miércoles, 22 de enero de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mañana de invierno

                                                
Por aquí el día está raro: nubes que pasan, gentes, viento a rachas. Voy a la Biblioteca (la palabra biblioteca siempre debería escribirse con mayúsculas) a devolver unos libros. En el parque, un grupo de jubilados, toman el sol mañanero

Me entero que se ha ido Manu Leguineche. Manu es – no quiero usar el pretérito imperfecto de antes - el reportero más importante que ha dado España en la segunda mitad del XX. Aventura pura y mejor pluma.
Se ha debido quedar - si es que a mitad de enero no lo está- helada la Alcarria. Manu vivía en Brihuega. 

Hace unos años estuve por allí. Pregunté. Sentí pudor por romper una intimidad… Ya será imposible.
Él que anduvo caminos, ¡tantos caminos!, hoy ha hecho bueno eso que dicen que dijo Séneca: “No hay viento malo cuando lleva a buen puerto”. Más o menos. Sabía, perfectamente, dónde iba, cuál era su puerto y el viento que lo empujaba.

Están arrecíos los ficus del parque. En sus copas, a estas horas de media mañana, no hay gorriones; andan por ahí, por no sabemos dónde, buscándose el grano de cada día y, ahora, que aún no han salido las sementeras, lo tendrán difícil.

Hablan, fuman, tosen. Son toses de bronquitis crónicas. No las quita el médico; son  despojos de muchas batallas en otra guerra de eso que llamamos vida. Están en sus cosas. Pozos de sabiduría, estos viejos, esperan que alguien se pare con ellos y los escuche.

“Porque ¿sabes? – me dicen-  a este banco le hemos puesto el ‘Clínico’. Los que se sientan aquí, todavía, tienen algún arreglo; aquel el ‘Maritimo’, muchas pruebas y al final… lo mismo; y, a ese, el ‘Pascual’: ahí, ya no hay remedio”.


Mañana de invierno; árboles sin pájaros, nubes que pasan, sol mañanero… Se ha quedado, aún, más helada, la Alcarria. Se nos ha ido Manu…Sabía de su viento y de su puerto.

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