No sé. ¿Qué será? ¿Será que pasa el viento? Esta noche todo
está diferente, distinto, revuelto. Día de sol; nubes sobre la Huma y El
Torcal. El ruido de la calle sube a borbotones: coches, una moto, otra moto;
gritan los niños. Con la noche que hace
¿por qué no están es sus casas, calentitos? Quieren liberarse de los anclajes
las chapas de las terrazas. Aleteos imposibles, sólo intentos…
Pasa el viento. Viene a bocanadas. Los pájaros han bajado,
como cada tarde, desde el campo, a los árboles del parque. Buscan refugio.
Acurrucados, en las ramas dejan que se vayan las horas. Esperan, una noche más,
al alba. Pero ahora, lo que pasa es el viento.
Ulula en las esquinas. Seguro que tendrán miedo, mucho
miedo, las flores de los almendros. Son nuevas, tiernas, pequeñas. Las flores
de los almendros son sonrisas de Dios en lo más crudo del invierno. Ellas,
cuando la cosa se pone así, también tienen miedo. Seguro.
Hay cosas que tienen su misterio. Uno se hace preguntas. No
hay respuestas. No se entera - ¿dónde arrancó primero?- de dónde viene; No sabe cuál es la calle que más
le gusta; ni en qué esquina se da la vuelta el viento. Uno no sabe nada.
Hay una cosa que aprieta por dentro: congoja, miedo,
zozobra, angustia… El diccionario es generoso, espléndido. Hace un rato leía…
He cerrado los periódicos ya van no sé cuántos muertos. Se los ha llevado la
gripe… Los políticos a la greña; parados que no saben a qué puerta llamar…
¿será que todo esto lo trae el viento?
Hablaba Juan Ramón de vientos y de copas de árboles donde se
pierden amores que van y vienen; Miguel Hernández cantaba a otro viento.
“Vientos del pueblo me llevan / vientos del pueblo me arrastran…” No son esos.
Es, esta tarde, el que pasa, otro viento.
El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista cambia las velas. ..
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