Hoy hace 43 años (como el licor, pero en seco). Nos formaron
(¿) en la explanada de la estación. Nos leyeron no sé cuantas leyes: todas
terminaban en ‘pena de muerte’, prisión en un penal militar o destierro en el Peñón
Vélez de la Gomera. Con un poco de suerte, veríamos, algún día, a nuestra madre
o volveríamos al pueblo…
Partimos; el sol se escondía por la Sierra de Mijas. En los
túneles de El Chorro ya era noche cerrada, por fuera y, por dentro. De madrugada subió un hombre al
tren que vendía tortas de Alcázar. Nos amaneció en Albacete. Todo el campo era
una llanura inmensa y blanca. Por las ventanillas entraba un aire con frío de
hielo…
Nos dieron suelta en Valencia. Embarcábamos al anochecer. El
Grao nos despidió con luces en la lejanía y Valencia era una ciudad en la que,
por primera vez en mi vida, subía a un barco. La travesía duró toda la noche; Palma nos acogió cuando el sol asomaba desde
Son Dureta por encima del castillo de Bellver…
De lo que vino después – sólo catorce meses y un día- pues
como que no. Batallitas de abuelo para los nietos en noche de chimenea. Decía
el padre Maynanet que la escuela es el lugar donde arraigan las amistades que
duran para toda la vida; la mili, también.
En el CIR 14 arrancaron
dos que duran y duran. Gabriel fue con nosotros; a Joan Mas i Adrover, lo ‘reclutaron’ en Felanitx. Pepe Zambrana que
estaba de Guardia Civil en Inca era el portador de los paquetes que me enviaba
mi madre; en la lambretta de Joan –entonces ni casco ni dinero- íbamos a
recogerlos.
Juntos recorrimos la isla. Viven aún las impresiones de
Deya, Soller, Valldemosa, Sa Calobra, el Puig de San Salvador, Lluch, Formentor….
En su boda me invitó de testigo, en la catedral, frente a la Almudaina. Aina y
él decidieron andar, junto, el camino; Antonia y yo firmamos que lo vimos. Sólo
han pasado…- y lo que te rondaré morena- para que yo recuerde y les dé la
tabarra a mis lectores…como acabo de hacerlo ahora mismo.
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