viernes, 11 de julio de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Muñoz Rojas y Barbeito

 

         



                    MUÑOZ ROJAS Y BARBEITO

 

 

El maestro Barbeito, a raíz de mi artículo sobre Muñoz Rojas me envía esta joya literaria, publicada cuando cumplió las jornadas de su camino. No le he pedido permiso para publicarlo. Sé, como tantas otras cosas, me lo va a dar… De entrada. lo he leído dos veces; ahora lo haré unas cuantas más…    

 

Julio, 11 viernes

 

                           Muñoz Rojas

 

Tendría que llover seguido, lento,

sin que la lluvia reparara en aguas;

que por los cerros las escorrentías

reptaran como sierpes de aguacero

y llegaran al río, presurosas,

a devolver lo que el vapor sustrajo.

Tendría que llover hasta quedarse

preñada de trillizos esta vega.

Que el Dios de octubre, campesino y fuerte,

zamarreara nubes en el cielo

hasta que el agua barbeara lindes,

hasta que rebosaran los tinteros

donde la Mano escribe la otoñada.

Tendría que llover, porque la savia

del olivo no puede darle teta

a tanta niña verde como acude

a sus pezones interiores. Vienen

de cuando en cuando, de la mar, las nubes,

estampan el celeste, ensayan lluvia

aprovechando el viento de poniente,

pero al final, amagos, cuatro gotas

que ni medio bautizan la sequía.

Quema el sol de las cinco, recordando

lo que fue por agosto, por septiembre,

cuando el racimo verde se escondía

para que no se le incendiara el vino.

Refresca por la noche, pero apenas.

Y amanece la tierra sin blandura.

El pan de oro pinta por las viñas

hojas de cobre que le dan al campo

copia de manto de una Dolorosa.

La perdiz traza corto, como siempre,

el vuelo bajo, urgente, de su huida;

y necesita el agua, no desea

romper los huevos y mermar el nido.

Sedientos los barbechos, ¿qué semilla

no le teme a la siembra que se aguarda,

si el jugo no la espera en el cuaderno

de la besana escrita de terrones?

El olivo sacude su cabeza

como llamando lluvias frente al viento.

Tendría que llover como llovía,

como sigue lloviendo en la memoria

de los otoños largos que dejaban

alagados los llanos de la raspa.

Tendría que llover, porque a la tierra,

a la tierra que amó con desmesura,

a la tierra que fue forjando estilo

en su mano de verso y prosa firmes;

la tierra que pisó cuando el rastrojo

le crujía en la planta de sus botas,

aquel duro rastrojo que le hería

el garrón al caballo cuando iba

tan señor y poeta por el campo,

señor de luces interiores, solo,

recolectando luces por el día;

a esa tierra que le prestó el silencio

a su palabra escrita, que tenía

tanta música dentro, recogida,

ha llegado el poeta a darlo todo.

“Sólo eso: pisar, sentir la tierra…”

Sin grandes ambiciones de recreo:

“…que tu perro te busque la caricia /

y el belfo de tu potro el verde tierno”.

Y si pido que llueva no es capricho,

es que a esa buena tierra ya se ha echado

la semilla de un siglo de palabras.

Y habrá de florecerle a Dios un día…

 

                                         Antonio García Barbeito

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