Alozaina. (Málaga)
Julio, 26 sábado
Era a comienzos de julio. Rebelión
de los moriscos (1568-1571). Al pie de la Sierra Prieta, Alozaina; enfrente,
por un lado, Sierra Blanquilla y Alcaparaín; por el otro, la Sierra de la Nieve
(todavía no tenía el plural que le pusieron muchos años después). Probablemente
en aquellas cumbres el cielo estaría azul, no haría viento – como esta mañana –
y la gente, los hombres, de entre los pocos más de 80 pobladores se habrían ido
a trabajar al campo. Olivos, almendros, huertos de berenjenas, en la
recolección de almendra e higos, hierbas aromáticas y especias como cilantro,
menta, yerbabuena…
Los moriscos de la Serranía
andaban revueltos. Un poco antes, en abril, Alonso Gavilán – lo cuenta
Ildefonso Marzo en su Historia de los moriscos, había dado muerte a Aben
Aboo, en Álora, en el Tajo de Galupe en el arroyo Jévar. Aben Aboo preguntó a
gente que se encontró por campo en el camino de Almogía por Sierra Bermeja. Le
indicaron de manera que lo desviaron del camino y dieron cuenta a los
cristianos de Álora. Salieron a su encuentro, batalla en la Cuesta del Moro.
Entablaron la lucha y ocurrió lo ya contado.
Por sorpresa, en Alozaina,
apareció una partida de monfíes – rebeldes que se dedicaban al bandolerismo
procedentes de Tolox que se habían enterado de lo ocurrido. El pueblo estaba
desierto. Solo mujeres y niños y dos guardianes. Uno, salió en estampida a
avisar a Coín; el otro, se encerró en el castillo de reducidas dimensiones. Alozaina
significa castillo pequeño. Tocar a rebato. Acudieron las mujeres del pueblo.
Sobresalió una. Su nombre María Sagredo.
Su valor enorme. Se enfrentaba
a los que escalaban por la torre. No podía contenerlos. Mató a virios. Al verse
impotente se hizo con varias colmenas que existían en el interior del castillo,
las arrojó a los que trepaban. Las abejas se emplearon en ellos. La batalla la
ganaron las mujeres. María Sagredo entraba con pie propio en la historia de su
pueblo.
Alozaina estuvo poblada desde
el Neolítico. En el despoblado de Ardite quedan restos de civilizaciones
antiquísimas; después los romanos dejaron también sus huellas en una calzada y
en restos que terminaron en fortaleza hoy casi testimonial.
Fue reconquistada por Fernando
el Católico cuando los Reyes Católicos emprendieron la toma definitiva del
reino nazarí de Granada. Años después levantaron una iglesia en honor de Santa
Ana, de una sola nave. Su campanario otea horizontes sobre un caserío blanco,
de calles estrechas donde reverbera la cal e invita a adentrarse en ella. La
carretera tortuosa y estrecha. Entre
Casarabonela y ella, (8 km) ‘solo’ tiene ochenta y cuatro curvas, pero merece
la pena.
Si se prosigue camino, a la izquierda,
Riogrande que va al Guadalhorce y Tolox; a la derecha, Jorox y Yunquera… El
paisaje bellísimo.
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