jueves, 31 de julio de 2025

Una hoja suelta del cuaderno bitácora. La historia en su piel

 



 

                        A mi amigo Pablo Pérez que se interesaba hace unos días por las hornacinas vacías.  


Julio, 31 jueves


El templo de la Encarnación de Álora es la obra religiosa de más enjundia de la localidad, seguida, pero sin su magnificencia, del Santuario de Nuestra Señora de Flores en las faldas del monte Hacho.

Sustituyó al primitivo ubicado en el castillo de las Torres después de la toma en 1484 por las tropas de los Reyes Católicos. Se levantó fuera de las murallas en una tierra rebajada (la orografía se imponía) durante el siglo XVII, de 1600 a 1699. Se iniciaron bajo el mandato episcopal de Tomás de Borja y Castro (1600-1603), hermano de san Francisco de Borja. Se concluyeron en 1699. Gobernaba la diócesis (1693-1704) Bartolomé Espejo y Cisneros, según leyenda en frontispicio del Arco Toral.


          

                          Escudo Episcopal de F. Antonio Enrique de Porres

 

La fachada principal es de gran sencillez, de trazado manierista (el templo atribuido a Pedro Díaz Palacios, maestro de obras de la Catedral). Tiene un arco de medio punto en tres pilastras toscanas; un balcón (Balcón de los Beneficiados, punto civil en un edificio religioso) y rematado con el escudo de fray Antonio Enrique de Porres (1634-1648); la torre campanario es sobresaliente. Tiene cinco cuerpos, el que remata, según la profesora Rosario Camacho, posterior.

En su fachada, aparecen dos hornacinas vacías. Encierran dentro de su desnudez momentos importantes de la historia de Álora. Tiempos de desencuentros (ya se sabe, dos Españas) en el siglo XIX

En la primera, con marco de mampostería, (primer cuerpo de la torre) tras aprobarse la Constitución de 1812 los liberales colocaron una placa con el nombre de “Plaza de la Constitución”. Cada mañana amanecía con pellas de barro, porquerías y otras manchas. Padeciendo el talante “democrático” de la otra parte decidieron ponerla un poco más alta (tercer cuerpo) donde no llegase con escobones ni con cañas o escaleras.

Hicieron la hornacina con piedra de arenisca, idéntica a la usada en la sillería de la torre. Por el pueblo comenzaron a circular unos versillos que recogen un diálogo entre la placa y un transeúnte: “Niña mía, que ha pasado / ¿por qué estás a esa altura? / ¿Qué ha de ser?, que ya no me limpia el cura / y mis hijas las comuneras me han colocado donde me ves”

Cambia el Régimen. Entran los absolutistas. Fernando VII, en el poder, en agosto de 1820, según cuenta don Antonio Bootello en la Hojita Parroquial de donde he tomado esta información, llega el general Gómez Pantisco, con un Escuadrón de Caballería. No puede llegar a la altura de la placa; la derriba a tiros. En la piedra permanecen (en el Congreso, en Madrid, también se recoge algo de tiros, pero en otro tiempo) el hecho en la historia de su piel.

 

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