Julio, 14 lunes
Desde los principios de la
humanidad el hombre buscó la compañía de otros semejantes. Primero, la tribu;
luego, los poblados, después los pueblos, en agrupaciones grandes que se
llamaron ciudades y terminó en algo gigantesco: megalópolis.
No obstante, en un tiempo
lejano, algunos buscaron su realización personal y se retiraban a los
desiertos, a las montañas… Eran los anacoretas y eremitas. En los tiempos
actuales, el hombre lucha contra la soledad. Se agrupa con otros en peñas,
asociaciones, clubes, sociedades…
Nosotros, un grupo de amigos
muy heterogéneo. Dos médicos, tres maestros, dos pintores, un financiero,
ejecutivos, empresario… Hace años que nos reunimos (le pusimos por nombre Iluro)
para alegrarnos con la amistad (en algunos desde niños) comer juntos, una vez
al mes, los primeros martes. Nos vamos al Maestro, en El Palo o donde
encarta. Espiritualmente nos ‘alimentamos’ cada mañana con aportaciones
personales. Hoy, en la editorial, de Andrés, glosa la rosa (cada día diferente)
de hoy.
Me ha parecido muy buena. He
optado, por raptársela y compartirla con este otro grupo que me arropáis diariamente
bajo el epígrafe de “Una hoja suelta del cuaderno de bitácora…
“Buenos días!!!
¿Eras tú, o tal vez no, la rosa
a la que llamaban por su nombre?
¿Eras tú, la que se asomaba al
pretil de la mañana para mostrar sus pétalos pintados de amarillo oro mientras,
otras efímeras rosas, volteaban sus pétalos al cálido aire, entre los mil
colores de las mariposas, en un último acto de morir de amor?
Y volarán esos pétalos por el
reseco aire y acabarán flotando en el agua de la dormida fuente. Esos pétalos
que fueron mudos testigos del amor suspendido, en el aire del jardín, en un
anochecer denso, entre ensueños y pasiones, besos con destino, suspiros de
fuego y deseos por cumplir.
Y ese revuelo de pétalos
contradirá a ese antiguo aforismo de que las rosas se abren al amanecer y los
sueños al anochecer...”
Andrés Saénz de Tejada García.
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