Tierra de Campos. Castilla
Julio, 29 martes
Todo en la vida es subjetivo,
hasta la muerte. Decía el maestro Alcántara que es la única representación para
la que no hemos ensayado y cada uno la interpreta como le toca. En todo, el
contraste de opiniones tiene su sitio. Aquello de “para gusto”, esas cosas…
Desde mi modo de ver la novela
en la literatura española se apoya en cuatro pilares: Cervantes, Galdós, Baroja
y Delibes. Cada uno en su tiempo. Cuatro estilos diferentes, distanciados en la
temática y en el estilo.
Cervantes, el primero, en el
tiempo, y en el cuerpo. Su obra, El Quijote que muchos dicen que han leído,
pero no es verdad. Otros han picoteado a salto de mata o de página y quien se
ha parado y ha degustado – unos más que otros, según que capítulos – las andanzas
del loco que pretendía arreglar el mundo. La ilusión y la realidad que viajan
en un caballo famélico o en un burro perezoso…
Don Benito llegó a Madrid desde
Las Palmas de Gran Canaria, Dejó el mar océano de su isla y lo cambió por el
mar de la vida de la capital de España y cuando no, por la propia Historia de
España. Dio a conocer, de manera novelada, la realidad de un país que había
perdido el ritmo de otros países de Europa hacía mucho tiempo. Aferrado - el país-
, a veces, a una tradición que languidecía y al reflejo de unos personajes que
era el cuadro más vivo y real de su tiempo. Él que vio – y nos contó - la vida
interior de sus personajes, murió ciego.
Don Pío, era mitad Zacalaín y
mitad don Silvestre Paradox. Vera de Bidasa estaba aparcada en una estación
inexistente junto al parque del Retiro, muy cerca de su última casa donde murió,
en mañana de niebla madrileña de finales
de otoño. Él que decía, al final de su vida, que no viajaba nunca a ningún
sitio donde no pudiera regresar de noche a su casa, nos llevó por los mundos
más soñados, y algunos que nos abríamos a la lectura a mimetizarnos con algunos
de sus personajes.
Miguel Delibes era Castilla
adusta, seca, concreta; adjetivos los preciosos y si era posible, ninguno. El
Hereje, nos retrató la vida difícil para muchas personas. Vivían en una tierra
dura con los suyos y expansiva en otros lares. Todos fuimos un poco, Antón, el
ratero, aquel niño donde lo primero de cada día era comer, o el cazador
cazado con el morral lleno, o el dolor de la sombra, que a veces se alargaba
más de la cuenta. La injusticia de la muerte de “la Milana”. “Señorito, no le tire, es la Milana”.. y la
crueldad, que forma parte de la vida, bajó a la página….
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