Julio, 13 domingo
A Almería es la tierra andaluza
donde primero llega el sol cada mañana cuando sale por el Oriente. Almería está
en ese extremo que a los andaluces nos parece lejano y que tuvo un pasado rico
en historia. Los andaluces nos sentimos orgullosa de ella.
Curiosamente, las dos
provincias del extremo, una por donde nace el sol, nos aportó el “Indalo” y la
otra por donde se pone, en Tartessos, nos dio las primeras leyes escritas con
Argantonio y nos enseñaron a arar con bueyes. Por cierto, el único lugar de la
Península Ibérica que se menciona en la Biblia. Es que eso de establecer
comercio con el mismismo rey Salomón no está al alcance de cualquiera.
El Indalo, según José Infante,
en un trabajo excelente sobre Almería, es la voz con que los iberos del sudeste
designaban “al Señor por excelencia, a Dios”. La raíz ibera significa “poderoso”
o también “fuerte”. Algunos autores lo identifican como “el invencible” y con
un a supremacía sobre hombres y cosas.
A sus caudillos – los de los
pueblos que habitaban la tierra de Almería antes del Neolítico – se les conocía
como Ibill, Ind-ortes… La figura del “Indalo” aparece por primera
vez en la cueva de los letreros, en Vélez Blanco, en la vía que unía lo que hoy
entendemos como tierra de Baza con Puerto Lumbreras en Murcia. Una tierra seca
y transformada por la mano del hombre en campos de cultivos de almendros y
pistachos, pero esa es otra historia.
La figura del Indalo es un
hombrecillo que sostiene un arco. Si se tiene en cuenta la figura se puede afirmar que viene como muy poco del Neolítico o puede que
incluso un poco anterior. Del interior de las tierras de Almería pasa a la
costa, a orillas del mar. En Mojácar era costumbre después de encalar las casas
pintar un Indalo en la fachada como “totem” que defendía de las tempestades – a
lo mejor por eso llueve tan poco en Almería, vamos digo yo – y del mal de ojo.
Se le consideraba un genio
capaz de sostener el Arco Iris por cada un de sus extremos. Desde entonces es
símbolo de Almería. Se llega a creer que por su efluvio benéfico la juventud
perdura más en este vértice andaluz donde las tierras de Murcia están tan
cerca. Yo por si sí o por si no sigo pensando en las aguas esmeraldas del Cabo
de Gata rotas por espumas de nácar que son la más bellas, cristalinas y
sugerentes que he visto sin que otras de otros mares le hagan la más mínima
sombra ¡y miren que en esas tierras las sombras se agradecen!
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