Julio, 7 lunes
Cuando salgas de Alozaina, de nuevo en la carretera, gira hacia la
izquierda. Por tierras de labor llegas a la confluencia del río de los Caballos
con Río Grande. Tolox es pueblo de ida y vuelta. O lo que es lo mismo, es final
de camino porque ya te frena la sierra.
Estás al pie de la Torrecilla, entre Sierra Blanca y Sierra Parda. Roca
caliza y abundancia de peridotitas y óxido de hierro que dan color y nombre,
como ya - y has supuesto bien - habrás adivinado.
Barrancos y cañadas, quebradas; torrenteras, gargantas... La Sima G.E.S.M.
está considerada como la tercera del mundo en profundidad. Tiene más de mil
cien metros. La Torrecilla, por el contrario, araña el cielo, supera los 1990
metros… En invierno muchos días aparece blanca.
Si es ocasión, contempla cómo arranca la luna llena por entre los
pinsapares - que por cierto, no sé si te he dicho antes - alcanzan una vida
media de hasta cien años y los veinticinco metros de altura y son “una
reliquia, casi en extinción, de los bosques de grandes coníferas de hace
millones de años”.
Si tienes suerte, sigue con la vista cómo planea el águila real, o cómo se
encaraman las cabras – monteses, por más señas - en lo más alto de las peñas, y
el quejigal cuando pierde la hoja, y el olor del orégano en primavera....
Y si, por un suponer, eres de los que gustan de los ruidos estridentes
entonces acércate, por San Roque, a mediados de agosto. Más de sesenta mil
cohetes suben al cielo. (No te asustes. Lo tienen por promesa al santo)
Pero Tolox es naturaleza y paisaje. En sus sierras y en la nieve, que baja
a manera de aguas frías, cuando el deshielo y, en su balneario y, en sus
calles, empinadas y estrechas. Si no quieres llevarte alguna sorpresa, déjate
el coche a las afueras.
En el balneario (viene de 1866) dicen que el más importante de España para
asmático y tomaron, entre otros, sus vapores Salvador Rueda y Lagartijo. Está a
pie de Fuente Amargosa. Pretendieron llevar el ferrocarril… Verás un
puente herrumbroso entre Guaro y Coín. Lo aprovechó en un tiempo la carretera,
pero…
Goza de rincones donde a la blancura de la cal se sobrepone el carmín de la
rosa, y sorpréndete con la manera que tienen de “aprovechar las calles para
nosotros y para las bestias”. Pega hebra con alguna mujer que, muy de mañana, y
“antes de que llegue el calor” una vez más, encalará la puerta. “Mire usted -
te dirá, cuando le preguntes - porque a una le gusta la limpieza”.
Y seguirá, dándole que te pego, a la faena.
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