jueves, 29 de agosto de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rebobino

 

                   


 

29 de agosto, jueves. Noche de truenos. El refrán dice aquello de “Mucho ruido y pocas nueces” o “Nunca llueve como truena”. No sé. Sí sé que hubo un buen acopio de relámpagos, muchos truenos, y muy poca agua. La tormenta venía del mar. En esta fecha se puede temer a las gotas frías. Las provocan las diferencias de temperaturas entre el mar (que tiene el agua con más temperatura y la tierra que comienza a enfriarse). Ya han sufrido algo por Levante y las Baleares. 

La situación de la falta de agua es agónica. Hay zonas donde ya se palpa sobre la tierra. En el Guadalhorce hay muchas huertas – además de haber perdido el fruto – secas. Los árboles cantan una realidad de ruina. La solución no es ni fácil, ni barata, ni inmediata. Se sigue mirando al cielo. Se espera un milagro que no sabemos si va a llegar. O sea que llueva. Según los expertos la cosa pinta más que fea. Septiembre que llama a la puerta va a ser más caluroso de lo habitual y con poca lluvia. 

Ayer, almorcé con unos amigos junto al mar, vi cómo los últimos veraneantes apuraban los baños, los últimos días de playa bajo la sobrilla hincada en la arena, los últimos momentos de eso que llamamos vacaciones. Curiosamente los humanos huimos del lugar de residencia. Se buscan otros sitios. ¿Es una necesidad interior o es algo que se hace porque es una necesidad social? 

El mar estaba precioso. Azul y quieto. De vez en cuando la brisa daba otra temperatura. Aparecieron unas nubes de esas        que el hombre del tiempo decía antes - ahora no sé por qué no lo dicen -que eran de evolución vespertina, o sea por la tarde. Algunas veces descargan a modo de tormenta sobre las montañas. Si lo hacen de manera desaforada viene lo que viene. Hace unos día en Trevelez, al pie de Sierra Nevad, se escaparon de una que pudo haber sido sonada gracias a un cabrero que vivió lo que ocurrían en la sierra y avisó. Desalojaron las pozas y hubo suerte. Evitaron la tragedia.

Por el horizonte, perdido en la lejanía, transita un crucero. El Mediterráneo se ha plagado de cruceros. En algunas ciudades, Barcelona por ejemplo, ya tienen a los cruceristas como una plaga. En otras, como Cádiz, con esa gracia que tiene porque Dios se la ha dado los llama los “diesel” 

- ¿Y eso? 

- Porque andan mucho y gastan poco…

 

 

 

 

 

 

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