miércoles, 26 de junio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lo de cada día


                                      


Me lo contaron. No sé si es apócrifo. Entrevistaban a Charlot y el periodista le pregunto:

- ¿Es usted, feliz!

Saltó como un resorte:

- ¿Tan imbécil me ve usted?

Dicen que entre la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI hemos asistido a más cambios que gran parte de la humanidad en mucho tiempo. Ha desaparecido el telex, el teléfono fijo (el de la mesita de salón, el telégrafo y por supuesto el telegrafista, la Hispano Olivetti donde buscaba alcanzar no sé cuántas pulsaciones por minuto,…¿para qué?

¡Qué sé yo! Desde hace un tiempo cuando por las mañanas aparece el sol por la ventana me hace pensar y preguntarme ¿cuánto tiempo me queda para seguir de pie?. El mundo se mueve al otro lado de mi ventana y yo sigo impasible mirando casi las mismas cosas de cada día.

Estamos bombardeados por el pesimismo. Casi todo nos anuncia algo malo para hoy y, peor, para mañana. Ahora parece –tampoco es una novedad- que no hay dinero para sostener  ‘el plan de vida que dicen que llevamos”.

Uno pide un poco de aire fresco. De ideas. De algo que se salga de lo vulgar. De que los que tienen que tomar las riendas para que los demás les sigamos, acierten. Es hora de que sople, a modo de brisa, casi imperceptible, pero brisa al fin, algo fresco y no viciado.

Me acuerdo cuando en la La Comedia humana- esa obra maestra de Saroyan de aquellas palabras de la señorita Hicks, la profesora de Historia Antigua: “En un estado democrático todo hombre es igual a los demás hombres hasta que empieza a ejercitar sus capacidades, y a partir de ese momento todo el mundo es libre de ejercitar las capacidades que prefiera.”

Cada día me veo más raro. El otro día comía con un amigo. Yo soy poco carnívoro, pero por no sé que extraña razón pedí carne.

El camarero, todo cortesía, me preguntó:

- La quiere poco hecha o en su punto.

Y yo que no se cantar, pero que a veces salgo por peteneras le respondí:

Mire usted desde que el Homo erectus descubrío el fuego, la sangre para otro sitio…

El hombre me miró como se mira a un bicho raro. Mi amigo, con cara de compasión, además, agregó. “Tú, no sabes comer carne ¡Se te ocurren unas cosas”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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