8 de junio, sábado. No.
Aunque dicen los poetas que la primavera es la parte más bella del año puede
que lleven algo de razón. Hace unos días un amigo me contaba que cada madrugada
canta en su ventana un ruiseñor. Mi amigo, indiferente a los que piensan los
poetas, lleva razón. El canto del ruiseñor es una maravilla.
Suelo ser un madrugador, más de
cuando me despierto que de cuando suena el reloj. Despierto cuando el sueño ya
ha recorrido el camino, pero eso del timbre que te dice que arriba pues como me
no me gusta.
Si se te ocurre encender la
radio tempranera te puede ocurrir que te pongas de mala uva para el resto del
día. Por eso soy de la opinión de que la vida puede ser hermosa o no serlo. Es
cuestión de que uno tenga una cierta predisposición. Ocultar la cabeza a la
realidad es un disparate; gozar con el dolor de los demás, me parece que
también. Las cosas hay que aceptarlas
como vienen. A veces, uno piensa que todo no tiene solución pero que si hubiese
un poquito de buena voluntad por parte de unos pocos a lo mejor podría haber
algún arreglo, si no del todo, al menos en parte.
Pero esto va que vuela. Dicen
que estamos llegando a mediados de año. Que ya llama el verano a la puerta, que
los trigos – mal encañados, algunos – pero han encañado piden que la siega
llegue a los a campos. Están las parras preciosas y los racimos anuncian que
dentro de nada la uva estará a punto de vendimia y vendrá vino nuevo y todas
esas cosas.
Apenas aprehendemos las
apariencias externas y nos damos cuenta que los días y los meses y los años
caen con esta velocidad como la del aire
que otoño mueve las hojas secas y casi sin pensarlo esto se va con una
velocidad que asusta.
Esta tarde que apunta a verano
sí sé que la vida es un soplo y que todo esto no es más que un canto sórdido
que nos dice que en el fondo, aunque no lo parezca todo está bien hecho. Muy
bien hecho. Nosotros, en ocasiones, nos empeñamos en estropearlo y en
amargarnos el día con la radio mañanera, pero da igual. Alguien que mueve sin
darle cuerda – al menos, no lo percibimos – al reloj hace que funcione y que se
sucedan las estaciones y que las olas del mar vienen como han venido hoy a dar
en el rebalaje de la playa contra las rocas del Cabo de Gata donde he
compartido y gozado un rato con amigos a los que quiero entrañablemente porque
la vida se empeñó que en nuestras almas enraizasen muchas vivencias.
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