2 de junio, domingo. Desde
hace unos años la Iglesia Católica se adaptó a lo tiempos. Siempre se celebró
el Corpus Christi, o sea el Cuerpo de Cristo, en jueves. Los acontecimientos en
algunas ciudades mantuvieron la tradición; en otros, la cambiaron al domingo. Da
igual. El significado es el mismo.
En la Edad Media, y luego,
durante el Siglo de Oro en los atrios de las iglesias durante la noche anterior
a la festividad del Corpus se celebraban los Autos Sacramentales. Piezas sacras
que concluían con la exaltación del Santísimo Sacramento. Me dirán que en estos
tiempos en que parece estar de moda vivir de espalda a Dios, esto casi no tiene
sentido. Me pregunto, a solas conmigo mismo. ¿Y si lo tiene?
Hace un montón de años. En 1952
se celebró en Barcelona uno de los Congresos Eucarísticos más importantes de
los celebrados en España. Fue un acontecimiento religioso, social, político y
de toda índole. Le correspondió el orden XXXV. Le dieron categoría de
Internacional y acudió lo más selecto de la organización eclesiástica de aquel
tiempo, de dentro y de fuera de España.
Ese Congreso dejó un Himno hoy
casi desconocido. (Letra
de José Mª Pemán y música de Luís de Aramburu). La letra por el significado que
trasmite, excepcional. Entre otras cosas viene a decir: “Como estás mi Señor en
la custodia, igual que la palmera que alegra el arenal… ¿Cabe más Belleza
plática? No queda ahí la cosa. El mensaje se sube de tono. “Cristo en todas las
almas y en el mundo la paz”. Con ver un telediario de esos que nos llenan de
terror la pantalla, esta letra tendría sentido para estar meditándola un rato
grande, muy grande.
Acaba de publicar mi maestro
Lorenzo Orellana algo referente a la historia del verdadero significado de la
Fiesta. Fiesta profunda de Fe. “Dichosos los que sin ver creyeron”. Pero no se
ha quedado ahí. Lleva, desde hace un tiempo, hablando en una correlación de
artículos de la Samarita. Todo está en contra y de pronto un judío, junto al brocal
del pozo, en el fragor del calor del mediodía, le dice “dame de beber”.
Ayer tarde bajo un cielo
plomizo de nubes de levante paseaba por la orilla del mar en Torre del Mar. No
había ningún pozo. Los niños jugaban en la arena. Sobraba el agua; las olas
rompían contra unas rocas solitarias. Toda esa masa de agua perdida. En un
momento, pensé: “dame de beber”….
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