sábado, 8 de junio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Algo hay en el fondo

 

                          


8 de junio, sábado. No. Aunque dicen los poetas que la primavera es la parte más bella del año puede que lleven algo de razón. Hace unos días un amigo me contaba que cada madrugada canta en su ventana un ruiseñor. Mi amigo, indiferente a los que piensan los poetas, lleva razón. El canto del ruiseñor es una maravilla.

Suelo ser un madrugador, más de cuando me despierto que de cuando suena el reloj. Despierto cuando el sueño ya ha recorrido el camino, pero eso del timbre que te dice que arriba pues como me no me gusta.

Si se te ocurre encender la radio tempranera te puede ocurrir que te pongas de mala uva para el resto del día. Por eso soy de la opinión de que la vida puede ser hermosa o no serlo. Es cuestión de que uno tenga una cierta predisposición. Ocultar la cabeza a la realidad es un disparate; gozar con el dolor de los demás, me parece que también.  Las cosas hay que aceptarlas como vienen. A veces, uno piensa que todo no tiene solución pero que si hubiese un poquito de buena voluntad por parte de unos pocos a lo mejor podría haber algún arreglo, si no del todo, al menos en parte.

Pero esto va que vuela. Dicen que estamos llegando a mediados de año. Que ya llama el verano a la puerta, que los trigos – mal encañados, algunos – pero han encañado piden que la siega llegue a los a campos. Están las parras preciosas y los racimos anuncian que dentro de nada la uva estará a punto de vendimia y vendrá vino nuevo y todas esas cosas.

Apenas aprehendemos las apariencias externas y nos damos cuenta que los días y los meses y los años caen con esta velocidad como la  del aire que otoño mueve las hojas secas y casi sin pensarlo esto se va con una velocidad que asusta.

Esta tarde que apunta a verano sí sé que la vida es un soplo y que todo esto no es más que un canto sórdido que nos dice que en el fondo, aunque no lo parezca todo está bien hecho. Muy bien hecho. Nosotros, en ocasiones, nos empeñamos en estropearlo y en amargarnos el día con la radio mañanera, pero da igual. Alguien que mueve sin darle cuerda – al menos, no lo percibimos – al reloj hace que funcione y que se sucedan las estaciones y que las olas del mar vienen como han venido hoy a dar en el rebalaje de la playa contra las rocas del Cabo de Gata donde he compartido y gozado un rato con amigos a los que quiero entrañablemente porque la vida se empeñó que en nuestras almas enraizasen muchas vivencias.

 

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