domingo, 9 de junio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuevo pero muy viejo.

 


 

 

9 de junio 2024. Las olas del mar llegaban hasta las laderas del monte de Gibralfaro. Primero fue mar, luego terreno ganado. Como todo en la vida tuvo su tiempo y su momento. Es más, a veces, podemos decir que las cosas se comienzan y entonces sí se saben, pero nunca cuando se concluyen.

Fenicia era un pueblo que vivía en el otro extremo de Mediterráneo. Su orografía – tierra de valles con fácil comunicación con el mar, pero difícil entre ellos los impulsó a buscarse la vida en otros lugares lejanos donde compraban y vendían. Desarrollaron el comercio.

Los fenicios llegaron hasta el otro extremo del Mediterráneo. Fundaron colonias. Asentamientos donde tenían sus puntos comerciales. Primero, lugar de compra y venta; luego, la ciudad. Así nació Málaga.

Su nombre parece que significa ‘salazón’. Algo relacionado con el pescado seco que permitía la conservación del producto y al mismo tiempo la posibilidad de trasladarlo a largas distancias. Malaca y Fenicia – por mar estan separadas por miles de millas y si las embarcaciones eran a vela o a remos… pues el factor tiempo era de una importancia enorme.

Después de los fenicios por estas tierras llegaron otros pueblos – la ciudad ya estaba formada con estructura propia. Roma la dotó de una serie de servicios – “pan y espectáculos” – eran una de las bases de su sentido vital.

Roma construye un teatro romano. Próximo al mar, en las laderas del monte del que aprovechan su declive para hacer el escalonamiento, la cavea, donde asentado el pueblo podría asistir a los espectáculos.

Pasa el tiempo y lo que tuvo actividad y vida fue devorado por el crecimiento de la ciudad. Todo va al olvido. Donde antaño fue lugar de diversión; después, sitio de olvido. Se traza una calle, se levantan edificios nuevos. Y por esas extrañas razones para más recochineo se le llaman “Casa de la Cultura”. La ciudad se da cuenta del disparate. Málaga recupera su teatro; la ciudad descubre poco a poco su belleza inusitada y desde 1951 en que alguien se pone las pilas Málaga comienza a recuperar su Teatro Romano que puede presumir de muy nuevo o de muy viejo. Es cuestión de sacar a flote siglos de otros tiempos.

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