27 de junio, jueves. Dicen
que vienen cuando les toca; se van cuando corresponde. Las estaciones marcan
esos momentos en los que alguien sin saber el por qué tocan una trompeta que
solo escuchan ellos y cruzan los cielos. Unos van al norte; otros, bajan - ¿por
qué se baja siempre – hacia el sur. (El otro día leía que cuatro millones de
franceses dicen que la tierra es plana lo que rompe esa posible teoría).
La primera que llegan son la
golondrinas, pero esos pajarillos diminutos, deliciosos para mí no son pájaros
del verano sino avecillas que anuncian que llega la primavera con vientos
revueltos, nubes algodonosas y tormentas perdidas por las sierras.
Pienso que el primer pájaro del
verano puede ser el abejaruco. Esos que se visten de arco iris y que según
Muñoz Rojas sembraban el terror en los colmenares y en los insectos que el aire
lleva de un sitio para otro.
La tórtola llegaba -ahora casi
ni llegan – a finales de mayo. Echaban las mañanas picoteando en los rastrojos
de cebabas que eran los que primeros se segaban; luego, se las andaban por los
secanos y en las siestas se iban al brocal del pozo. Zureaban cómo solo ellas
saben hacerlo y ponían notas monocordes en sus cantos especiales.
- Tengo un nido de tórtolas,
nos decíamos cuando niños, en la hueca de un olivo…
- Pues yo, en la rama de un
almendro.
- ¿Y que tiene?
- No lo sé, no me puedo subir
porque la rama es muy endeble. Se puede partir, pero para mí que tiene
pichones.
Una mañana, cálida de verano, a
esas horas en que el sol comienza a apretar, el nido estaba vacío.
- ¿Se ha ‘volado’ el nido de
tórtolas?
- No lo sé. Me lo he encontrado
vacío. Han podido pasar un montón de cosas. Me hubiera gustado saber que los
pichones se las andaban con sus padres por los rastrojos, pero… eso nunca lo
supe.
Vienen también los alcaudones y
los cucos. Esos pájaros tienen su sitio en la naturaleza. A mí no me gustan.
Siempre se aprovechan de los otros pajarillos mas débiles. Mas o menos como
algunos hombres.
Codornices, nidos camuflados en
la tierra. Dicen que han visto bandadas de perdigones en el Lomo Frío, en la
Cuesta del Berrón y en el palmar de Virote; alondras que canta cuando viene el
alba en las lomas de El Chopo…
Escribo estas líneas bajo el
calor de una tarde de verano. Pían los gorriones. No los veo. Sé que están ahí,
pero esos no son pájaros del verano. Están con nosotros todo el año y es un
espectáculo verlos como se las buscan picoteando por el camino esos granos que
solo ven ellos…
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