viernes, 14 de junio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El embrujo de calle Cister

 

                         


14 de junio, viernes. Va de Santa María a Alcazabilla. Es recta; ni grande ni pequeña. Tiene el encanto del pasado y ese algo  de moderno que nace porque los tiempos cambian. Desde la Aduana (hoy museo) al entronque con Molina Larios, y ¿en la mediación? Ojú, con la mediación.

En medio, la catedral, la calle Afligidos donde Pedro de Mena colocó tu taller, en lo que era su casa y hoy Museo Revello de Toro, dicen que para estar lo más cerca posible de sus hijas profesas en el cercano monasterio cisterciense.

Hay algo más. La fachada norte de la catedral ocupa uno de sus laterales. Tan soberbia, tan magnífica que sin ella a la catedral le faltaría algo y a la calle parte de su esencia. A sus pies unos jardines recoletos, íntimos, preciosos. Se huele a mirto y a agua derramada, y casi escondido el busto de uno de los malagueños más ilustres que ha dado Málaga: el doctor Gálvez Ginachero. Casi enfrente, y en la esquina de San Agustín, el hospital que lleva su nombre.

No está incompleta esa esquina. La ocupa el palacio Zea Salvatierra. Es tan original que en toda la ciudad de Málaga no hay otra fachada como la suya. El palacio se construyó entre los siglos XVII y XVIII, con tres cuerpos definidos, el primero con grandes ventanas y una portada de sillares con pilastras En la parte superior una balconada sobre a que se abre un vano enmarcado en piedra, con tímpanos, y escudos de la familia. Enfrente, impávida, soberbia, la fachada de la catedral.

No queda ahí la cosa. Se unen pero eso es ya Santa María porque Cister parece que quiere volverse en la esquina de San Agustín, para dar más empaque, si cabe, la iglesia del Sagrario con la única fachada gótica de Málaga (muy deteriorada en algunas partes bajas por el mal de la piedra) y el neogótico del Hospital de San Sebastián…

Si el viajero quiere sentir la brisa del mar puede percibir como entra por calle Cañón. Viene del otro lado del parque, del puerto, de un poco más allá, de la bahía por donde dicen que se van los barcos cortando mares de pañuelos de nácar cuando arranca el poniente y el sol dice que llega la noche.

Embrujo, encanto, misterio… Solo lo rompe, cada hora, el reloj de la catedral que el silencio de la noche les dice a los vecinos qué tiempo falta para que llegue el alba…

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario