6 de junio, jueves. Esta mañana algunos pájaros se han vestido de arco iris. Era temprano. Hacía poco que había apunado el sol. De hecho las sombras aún tenían por suyas las umbrías y el rocío de la noche afloraba sobre el haz de las hojas y el suelo permanecía mojado.
Los abejarucos, los primeros pájaros de la primavera que han formado ejército entre ellos ya están por aquí. Llegaron, también otros de África. Ellos se han levantado temprano. Las golondrinas fueron las primeras que anunciaron su vuelo rasante; luego, los vencejos y las tórtolas y….
Estaban, esta mañana, a porfía con sus trinos a poco de salir el sol. Las cárcavas del arroyo eran una sinfonía de color y de gorjeos propios de mensajeros de plumas azules, amarillas, violetas, verdes, naranjas... Porque los abejarucos antes de salir al paseo mañanero parece que se han dado un baño en las aguas del arco iris…
Decía Muñoz Rojas que cuando llegan las abejas les entra el miedo, para Barbeito, su vuelo es la importancia de las cosas pequeñas y para Delibes el placer de verlos volar tumbado sobre la hierba. Uno, en su modestia, goza con ese aviso sonoro que anuncia que ya están aquí.
Vienen estos mensajeros multicolores de África. Los que saben de ellos cuentan que es también allí donde pasan el invierno, que se alimentan de insectos y que, en ocasiones, suponen un peligro serio para las colmenas.
Leo que en Palencia, los colmeneros, también temen este año a los osos que buscan las abejas en los truebanos. Como se ve la alegría va por barrios. Los que sí tenemos un problema para echarnos a temblar somos los españolitos de a pie. Anuncian que vuelven un verano de calor ¿Qué se apuestan que traen las pilas cargadas y nos anuncian algo malo?
A media mañana se han levantado las térmicas. (En Jaén y Córdoba hoy esperan calor). Se escuchaban en la lejanía los cantos de los abejarucos. Luego se han echado. Esperan que el viento les vuelva a ser favorable e irán y vendrán con algún insecto en el pico para los primeros polluelos o estarán de limpieza por los aires.
Ahora que arrecian los trinos de los pájaros uno siente la mano de Dios en los silbos de los mirlos, en los cantos de los jilgueros en los alcauciles del camino, en el zureo de las tórtolas en el brocal del pozo en las horas de las siestas que comienzan a hacerse largas…
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