5 de junio, miércoles. Se
cuentan las cosas y a veces uno no sabe donde acaba la realidad y hasta dónde
llega la verdad. La cosa fue más o menos así. Dicen que era allá por el año 325
a. de C. Tampoco es cuestión de ponernos, año arriba o año abajo, a la hora de
contar como fueron las cosas.
Dicen que el ejército de
Alejandro Magno -que bien tenía puesto el nombre – se las andaban boquiabiertos
cuando a orillas de un río, por más señas el Indo, vieron un árbol tan grande,
tan enorme, tan descomunal que a sus sombras podía descansar el grueso del
ejército. El árbol causó el asombro de toda aquella masa ingente de hombres y
del propio Alejandro que lo bautizó como la “higuera de la pagoda”.
Las crónicas dicen que la leyenda
de la magnitud del árbol corrió de boca en boca. Algunos decidieron cambiarle
el nombre y le llamaron Ficus. Aquel no era un ficus cualquiera. Los
viajeros del mundo han encontrado árboles muy similares en sus hojas, en sus
copas, en esa sustancia blanquecina pegajosa y parecida a la leche pero que no
es comestible. En las diferentes partes del muncho le fueron dando nombres
similares, pero todos conservaron el nombre Ficus. O sea, solo le
cambiaron el apellido.
En Málaga tenemos unos
ejemplare excepcionales. Todavía siendo una tristeza enorme cuando recuerdo
aquel ejemplar único, un Ficul Lirata, cercano al burrito de Juan Ramón
que hacía esquina entre la estatua del comandante Benítez y la remodelada plaza
de la Marina…. Son cosas que pasan y que uno tiene que aceptar porque en el
fondo eso forma parte también de la vida: se nace, se crece y nos vamos…
La tradición dice que el Ficus
de Bengala que encontró Alejandro
Magno, y que llamó ‘higuera de las pagodas’ tenía una copa de unos noventa
metros y de que al parecer daba sombra a unos seis mil trescientos metros
cuadrados. Siete mil guerreros durmieron bajo su copa. Me cabe una pregunta
¿conciliarían el sueño aquella noche? ¿Y si no fue así que ensueños tendrían?
¡Con lo que a mi me gusta soñar con los bosques impenetrables!
En Málaga - ¡qué bien puesto
aquello de ciudad del Paraíso! hay ejemplares únicos. Quizá, por antigüedad son
muy notables los existentes en el Jardín de la Concepción, en los Jardines de
Picasso, ante la puerta del Hospital Civil, en los Jardines de la Aurora, la
zona del Limonar, en el Parque…. Ya ven, solo es cuestión de pasear abrir los
ojos y, si encarta, pues “Viva Málaga y olé, viva Málaga y olé….”.
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