27 de noviembre, domingo. La
Rosaleda, - ¡qué alfombra verde, el césped! - era un hervidero. (A pesar de que
todos los verbos acabados en ‘bir’, se escriben con ‘b’ excepto, hervir, servir
y vivir, siempre lo pienso). Hay cosas que uno, por no se sabe qué extraña
razón, siempre las piensa dos veces. Esta, una.
A lo que me trae. Fui al futbol
solo. He ido muchas veces solo, me he sentido a allí dentro solo y me he vuelto
solo. El fútbol hace tiempo que me aburre y voy por inercia, por arte de
birlibirloque, por algo que algún día cortaré. No importa ni el cuando ni el
cómo. Da igual.
Lo importante era – eso decían
los que escriben en los periódicos de ese tema – ganar. Y se ganó. No les
martirizo contándoles lo que allí paso. En un momento, veo por cielo azul y
limpio, demasiado azul y sin una puñetera nube que se equivoque y suelte un
rocío de agua, una bandada de gaviotas que aprovechan las brisas para irse
hasta el interior a buscar comida.
Al salir del estadio noté que
la ciudad estaba tomada por otra gente que no éramos los futboleros. Eran ríos humanos
diferentes a los de otras tardes y que por momentos compartíamos la calle.
Ellos iban al centro. Se inauguraba el alumbrando de Navidad; yo, a mi casa.
Por un momento, por la Avenida de Fátima, por el Pasillo de Natera, por el
Puente de Aurora, coincidíamos. Luego, ellos tomaban una dirección; yo, por
Mármoles y Armengual de Mota, otra. La vida es así, caminos coincidentes o
divergentes. Cosas que pasan.
En la radio del coche escucho
una canción bellísima. Banda de Rock Procol Harum. Año 1967. La tradujeron algo
así como “Con su blanca palidez”. No sé inglés. He buscado la traducción. Me
quedo con una estrofa: “Caminos en el cielo, misterios en el mar / y las
sombras del desvelo que me vienen a asediar. / Cipreses que se mecen con el
viento nocturnal…”
Entonces acababa de cumplir
veinte años. Se ha apocado el brillo de las estrellas de juventud que iluminaban
tantas cosas. Me vuelve a los oídos la melodía (a Phil Trim me lo presentó mi
amiga Úrsula Heinemann) de los Pop Tops: “entre mis sueños te veo, a mi lado,
otra vez, y tu rostro tan sereno con su blanca palidez”.
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