viernes, 4 de noviembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La joya de la Catedral

 


                             Coro de la Catedral de Málaga. Pedro de Mena


4 de noviembre, viernes. La Catedral de Málaga se erigió sobre la Mezquita Aljama de la ciudad por mandato de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, tras la toma de la ciudad en 19 de agosto de 1487, cuando emprenden de manera definitiva finiquitar el Reino Nazarí de Granada.

La construcción del coro se ubicó desde un principio en nave central con una magnífica sillería. Su comienzo se fecha a finales del siglo XVI. El rey Felipe II respalda el proyecto presentado por el Cabildo. Primitivamente, se inauguró una sillería obra de Pedro Díaz Palacios. Luego, el Cabildo, vio la necesidad de sustituirla por una más acorde con la magnificencia del templo.

Luis Ortiz de Vargas se compromete el 30 de octubre de 1633 a realizarlo en ocho años. El contrato se rescindió cinco años después, cuando y quedaba poco para concluir el encargo. Fray Antonio Enríquez de Porres – su escudo está en el balcón de Beneficiados de la parroquia de la Encarnación de Álora, donde dio un gran empuje a las obras – renovó el contrato mejorando las condiciones económicas.

En el coro entró a trabajar – no hay documentación completa – José Micael Alfaro, en la talla del Apostolado y en pequeños bustos de santos y santas que coronan la sillería. No se sabe en qué fecha sustituyó a Ortiz de Vargas, pero sí que quedó inconcluso como consecuencia de la terrible epidemia de 1649 y la muerte del escultor.

Posteriormente trabajan Fernando Ortiz, homónimo de otro malagueño del XVIII y Diego Fernández. En 1658 llega el granadino Pedro de Mena. Talla 42 imágenes y remata la coronación. El coste fue de cuarenta mil reales.

Cada escultor deja su impronta, Ortiz de Vargas muestra un estilo manierista que sigue las directrices de Ocampo. Predominan los pliegues, la actitud reposada y un tratamiento especial de los cabellos que recuerda a Martínez Montañés. José Micael Alfaro deja escorzos y recursos en la composición donde evoca la “terribilitá” de Miguel Ángel.

La huella de Pedro de Mena supera con creces a todos los imagineros que trabajaron en el coro. Sus imágenes ofrecen una línea de comunicación directa “con valores expresivos de rostro y manos. Son portadoras del ímpetu espiritual y emocional propios del barroco”.

El coro de la catedral se salvó, casi milagrosamente, en la Guerra Civil cubriéndose parte de él con una capas de arena… Otras joyas con corrieron la misma suerte.

 

Ft. Rosario Camacho.

 

 

 

 

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