5 de
noviembre, sábado. Hoy toca subir al Montseny, uno de los tres grandes
macizos de Cataluña entre el Pirineo y el Mar; los otros dos, Monserrat y el
Monsant. La temperatura es agradable…
Queda atrás la gran urbe. La
ciudad inmensa, está entre el Tibidabo que araña un cielo entoldado y el
Mediterráneo. Cruzo el Vallés. La zona industrial donde se asienta una gran
parte del tejido que confiere una connotación especial a todo el contorno. Es
fundamental en la economía de España. Aquí hay gente venida de puntos lejanos:
Galicia, Castilla, Extremadura, Andalucía o de lugares aún más distantes …
Hay un dédalo de autopistas.
Nudos de comunicaciones. Las carreteras – autopistas en este caso se abren y se
cierran como las varillas de un abanico. Poblaciones de las que solo se conoce
su nombre por la señalización en el mapa: Llinars del Vallés, Vilalba Saserra,
Santa María de Palautordera, San Esteve…
Cruzo ríos que podrían ser viejos amigos reencontrados, escapados de los
libros de Geografía: el Besós y el Tordera…
La subida, por una carretera,
tortuosa. Al Montseny ya ha llegado el otoño. Las choperas, las pocas choperas
de los cursos de los ríos, se desprenden de las hojas doradas; los plátanos
orientales tienen a sus pies una alfombra de hojas muertas.
Encinas – bosquejos de tamaño
medio – robles, hayas, vides silvestres, alcornoques. Los madroños con frutas
maduras exhiben bolitas de colores rojos, anaranjados, amarillos… Sube y sube.
La carretera, sinuosa. Es fin de semana y mucha gente acude al bosque con un
canasto que pende de su antebrazo. Van a buscar setas. Es otoño y tiempo de
encontrar ese preciado manjar para la mesa de temporada.
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Lo del fondo, en la lejanía - decía Mercé mientras apuntada con el dedo –
son las antenas de Colleserola.
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Y el Maresme, y el Parque de Mont Negre y el
Corredor… agregó Rosa, apuntando hacia otro lado en dirección al mar.
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Y la Selva y la Costa Brava y, entre la bruma,
la desembocadura del Tordera que se intuía pero no se veía, apuntilló, otra vez,
Mercé…
Poco antes de llegar al Turó del Home, se abre el Valle de Santa
Fe. Can Casades es una residencia modernista. En su jardín arraigan tres
secuoyas gigantes. Dicen que plantadas a principios del siglo XX. Eran cuatro,
pero a una la fulminó un rayo. Las llaman los colosos del Montseny. Yo siempre
pensé que secuoya era del género femenino, pero... Merece la pena. Lo anoto en el Cuaderno de bitácora. Hoy le ha tocado ver la luz…
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