martes, 22 de noviembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Prado

 

                             

    

      Museo del Prado. Madrid


22 de noviembre, martes. El Museo del Prado está en Madrid en el paseo del mismo nombre. Con el Thyssen y el Reina Sofia forman el mejor triángulo de arte de España y uno de los más importantes del mundo.

Dice el periódico que acaba de cumplir doscientos tres años de existencia. En lo que va de 2022 han pasado por sus salas más de dos millones de personas para visitar sus cuadros, o sea, la belleza más sublime que puede ofrecer – también hay otras manifestaciones de arte – el Museo.

El Museo nació con otro fin diferente al de ser una pinacoteca. El conde de Floridablanca tuvo la idea de hacer el Real Gabinete de Historia Natural que con el cercano Jardín Botánico era un impulso a una serie de instituciones científicas, muy propias de la Ilustración. Al mismo tiempo se rehabilitaba el paseo y se le daba otro sentido dentro del urbanismo ‘modernizado’ de aquel tiempo en Madrid.

Carlos III se lo encargó a su arquitecto favorito: Juan de Villanueva. Pasaron tiempo malos y otros peores. La Guerra de la Independencia supuso un enorme parón. Se utilizó como cuartel de caballería y las planchas de plomos de sus tejados se fundieron para hacer balas… Llegó la ruina.

En tiempos de Fernando VII (hijo de Carlos IV y nieto de Carlos III ¿se acuerdan del dicho de “las cosas de palacio van despacio?9, pues eso, se reanudan las obras. Es su segunda esposa, la reina Isabel de Braganza – sobrina del rey que murió de una cesárea porque los médicos la creyeron muerta al estar inconsciente cuando tenía veintiún años – quien impulsa las obras. Muerto Villanueva, le sustituye su discípulo Antonio López. El rey aporta – dicen los papeles - fondos “de su bolsa personal” o “bolsillo secreto”. El Museo se inauguró un año después de fallecer  la reina Isabel. No pudo gozar de su inauguración de la obra que todos la reconocen como algo muy personal de ella.

Tengo una duda. Los españoles somos un tanto crueles con nosotros mismos y con todo lo nuestro. ¿Cómo hemos permitido que esté aún en pie El Prado? Somos adalides en la autodestrucción y, si, además, es obra de otro o de otras generaciones, entonces ni se discute: lata de gasolina con generosidad y “leña al mono hasta que rompa la cadena”-

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario