martes, 8 de noviembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivos

   

 

             Álora, olivo centenario en la la Plaza del Médico Zamudio.


8 de noviembre, martes. Las temperaturas que casi achicharran todavía, las aguas de otoño que no llegan, las brisas del mar que por no sé qué extraña conjunción de los aires no suben, se han perdido por los caminos y se quedan….¡Sabe Dios dónde se quedan las brisas que tendrían que venir del mar! Todo eso junto ha puesto a los olivos arromeraos. Están feos. Como tantas cosas que estos días saltan a las primeras páginas de los informativos.

Hace unos días, en un vivero de la carretera de Córdoba - ¡será por olivos en aquella tierra! – vi unos cuantos, en macetones grandes, tan grandes que casi hay que moverlos con una pequeña grúa. A esos macetones, de manera eufemística, los llaman ‘container’. Esperan la orden y, luego el traslado.

Unos hombres desalmados – quiero decir, sin alma -   les rompieron las raíces, los arrancaron de su tierra y un camión los trasladará a un lugar lejano. Será su nueva casa bajo un cielo desconocido. Ya no se verán, entre ellos, nunca más.

Santiago Rusiñol escribió un texto precioso y preciso con un diálogo entre los árboles del bosque que se hablaban y transmitían su temor. Presentían el hacha cercana. Venían, unos hombres en cuadrilla, cortando troncos, porque había que hacer leña…

Me pregunto que se dirán entre sí estos olivos que esperan destino. No son los olivos de los que hablaba Fernando Villalón: “Ya se ven por la ladera / los ejércitos nudosos / de los olivos leñosos / que suben de la pradera”. No.

Tampoco es el olivo del que la lechuza trajo un ramito verde a Santa María y san Cristobalón la quiso espantar al ver que bebía… ¿Se acuerdan? Sí. Aquello del aceite que nos contaba don Antonio Machado. Y, Baeza, y los cortijos blancos, y Sierra Mágina en la lejanía bajo una bruma azulada…

No son tampoco los olivos de los que hablaba Federico cuando contaba el camino de los dos ríos de Granada, que bajan de la nieve al trigo; el Guadalquivir entre naranjos y olivos… Suspiros, nieve, trigo, azahares en abril y barbas granates y llanto y sangre. Todo eso y más.

En mi pueblo, o sea en Álora, en la Plaza del Médico Zamudio Hay un olivo centenario.  El Médico y el Olivo, juntos. ¿Será casualidad? ¿Será el destino? Es cosa de olivos.

 

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