Álora, olivo centenario en la la Plaza del Médico Zamudio.
8 de
noviembre, martes. Las temperaturas que casi achicharran todavía,
las aguas de otoño que no llegan, las brisas del mar que por no sé qué extraña
conjunción de los aires no suben, se han perdido por los caminos y se quedan….¡Sabe
Dios dónde se quedan las brisas que tendrían que venir del mar! Todo eso junto
ha puesto a los olivos arromeraos. Están
feos. Como tantas cosas que estos días saltan a las primeras páginas de los
informativos.
Hace unos días, en un vivero de
la carretera de Córdoba - ¡será por olivos en aquella tierra! – vi unos cuantos,
en macetones grandes, tan grandes que casi hay que moverlos con una pequeña
grúa. A esos macetones, de manera eufemística, los llaman ‘container’. Esperan
la orden y, luego el traslado.
Unos hombres desalmados –
quiero decir, sin alma - les rompieron
las raíces, los arrancaron de su tierra y un camión los trasladará a un lugar
lejano. Será su nueva casa bajo un cielo desconocido. Ya no se verán, entre
ellos, nunca más.
Santiago Rusiñol escribió un
texto precioso y preciso con un diálogo entre los árboles del bosque que se
hablaban y transmitían su temor. Presentían el hacha cercana. Venían, unos
hombres en cuadrilla, cortando troncos, porque había que hacer leña…
Me pregunto que se dirán entre
sí estos olivos que esperan destino. No son los olivos de los que hablaba
Fernando Villalón: “Ya se ven por la
ladera / los ejércitos nudosos / de los olivos leñosos / que suben de la
pradera”. No.
Tampoco es el olivo del que la
lechuza trajo un ramito verde a Santa María y san Cristobalón la quiso espantar
al ver que bebía… ¿Se acuerdan? Sí. Aquello del aceite que nos contaba don
Antonio Machado. Y, Baeza, y los cortijos blancos, y Sierra Mágina en la
lejanía bajo una bruma azulada…
No son tampoco los olivos de
los que hablaba Federico cuando contaba el camino de los dos ríos de Granada,
que bajan de la nieve al trigo; el Guadalquivir entre naranjos y olivos…
Suspiros, nieve, trigo, azahares en abril y barbas granates y llanto y sangre.
Todo eso y más.
En mi pueblo, o sea en Álora,
en la Plaza del Médico Zamudio Hay un olivo centenario. El Médico y el Olivo, juntos. ¿Será
casualidad? ¿Será el destino? Es cosa de olivos.
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