12 de
noviembre, sábado. Una carretera serpenteante y estrecha une, a
través, del Puerto de Honduras, los valles del Jerte y el de Ambroz. La ladera
oriental se halla desprovista de arboleda; la de poniente, por el contrario,
exuberante y frondosa espesa y tupida: castaños, pinos y robles. Los castaños
se han puesto el manto de cobre, los pinos siguen son su ropaje de cada día,
los robles, poco a poco, se despojan. Hay una alfombra de bellotas y hojas
secas por el suelo.
Se han secado los helechos. El
bosque ya no tiene la frondosidad del verano. La naturaleza se acomoda a la
estación que llega. Ahora, los tibios rayos de sol dorados del atardecer se
filtran por bosque galería que hace solo unos meses era impenetrable.
Desde la cima el puerto el
valle se ve como un mosaico gigante de colores bellísimos. En la lejanía se
recortan las cumbres de la Sierra de Gata o de la Peña de Francia. Allá a lo
lejos, pero que muy lejos, Portugal a donde tarda un poco más en llegar la
noche; más cercanas las tierras charras. El horizonte está limpio.
Aún no han llegado las nieves y
la Cobatilla todavía muestra su cuerpo de piedras desnudo. Luego vendrá el
invierno y si todo viene como tiene que venir llegará el manto blanco. Con el
deshielo esa nieve será agua que alimente mares cerrados en forma de pantanos.
Toman nombres propios: Valdeobispo o Gabriel y Galán… (“Esta noche he dormido en el monte / con el niño que cuida mis vacas…” ¿Se
acuerdan?
Hervás asume su rol de capitalidad
en una síntesis de historia y presente. La autovía hace que ya no se tome la
carretera que lleva a Baños de Montemayor y por una cuesta, a lo más alto de
Puerto de Bejar.
En el barrio judío se dan la
mano la soledad y el silencio. Calles estrechas y angostas dejan ver un cielo
azul y balconadas con flores; por las tapias de los huertos asoman ramas de
ciruelos y cerezos que esperan su tiempo. Una fuente vierte un caño de agua
clara, limpia, fresca…
Callan las sombras bajo la
vigía cercana de Santa María, sabedora de silencios, conjuras y traiciones.
Conoce de huidas y expulsiones, de tiempos de intolerancia… Tañe, a lo lejos,
una campana; los castaños dejan caer lentamente sus hojas de oro viejo.
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