martes, 8 de febrero de 2022

Una hojas suelta del cuaderno de bitácora. Te recuerdo, amigo

 

 


8 de febrero, martes. Hacía frío aquella madrugada del nueve al diez de febrero, en la que se nos fue Paco. El teléfono me dio la noticia con las primeras luces del alba. Rosi llamó y dijo lo que todos temíamos. No queríamos asumir que un día u otro se iba a producir…  Las cosas, no por esperadas, se aceptan. Luego la realidad dice que no hay más remedio y que es así y todo eso que viene en la retahíla.

Paco – Paco Rengel – se nos fue (acuérdense de aquello de “hay gente que se muere y gente que se nos muere”, que comentaba el maestro Alcántara) cuando la luz del día todavía no tocaba en los cristales de las ventanas de  Málaga que se despertaba, como todos los días, mirando a la bahía.

Paco era un niño grande, Paco era corazón, entrega, generosidad. Paco vendía ilusión cuando todos la habíamos perdido. La última vez… Coincidimos en la habitación del Hospital Clínico, Paco Valverde y yo. Habíamos ido a eso, a ‘verlo’ Como tantas otras veces que nos habíamos acercado a estar un rato con él. Estábamos deshechos por dentro; por fuera, aparentemente ‘normales’ . Él nos animaba, nos daba ese empujón que uno en ocasiones necesita. Era el más entero de los tres..

Dicen que la personas no mueren mientras alguien las recuerda. A Paco es imposible olvidarlo. Puede parecer una exageración. No lo es. Este hombre a pesar de que contamos su partida por años, sigue presente. Está ahí… El otro día le tocó a Alfonso Queipo de Llano. No quiero ni pensar cómo habrá sido el reencuentro cuando se hayan vuelto a encontrar dos almas como las de ellos…

Ahora cuando llega febrero y las mañanas – algunas mañanas se cubren de rocío – pienso en aquellas ilusiones de cuando pusimos en marcha ymalaga.com (el primer periódico digital de Málaga) y el viaje a Pamplona para despedir a López Nieto que terminaba con el arbitraje, y las cenas en los chiringuitos de la playa en la noches calurosas de verano, y la solidaridad con los que no tenían nada cuando llegaba Navidad.

No te has ido, Paco. Es imposible – por cierto, el Gastronómico sigue llamándose con tu nombre, y a va seguir así… -  que tu recuerdo no esté vivo entre todos nosotros. Tú que sabías tanto de baloncesto, encestaste la mejor canasta de tu vida: la canasta de la verdadera amistad.

 

                           

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