Tranvía de El Palo a su paso por los Baños de El Carmen. Pintura naïf.
Recordaba el maestro - el
maestro no puede ser otro que Alcántara - que era un tranvía de sol con
jardinera – uno de aquellas tres líneas que en Málaga, llevaba a la gente hasta
Huelín, a Capuchinos, o a El Palo - y
hablaba de los Baños del Carmen “gran
carrera, concurso entre sirenas y delfines”. Y decía también de otras
cosas.
Contaba lo de la luz en el
parque y lo del pitido del barco que se fue, “que se está yendo pero que no se ha ido” – como no se ha ido él de
las vidas de los que lo conocimos – y está aquí con nosotros, en sus versos, en
el recuerdo de su hablar despacio, dándonos a cada uno participación, como si
fuésemos nosotros y no él quien tuviese el protagonismo…
Aquella velada, en María con Barbeito – del mediodía a la tarde –
cuando ya el Melillero de entonces, de otro tiempo que fue y no era, no surcaba la mar convertida en una tumba azul
para miles de desgraciados que pensaron que al otro lado, en el lado de
enfrente, casi al alcance de sus manos estaba la panacea de poder comer tres
veces al día…
Aquellas noches con los
hermanos Durante. ¡Qué grandísimo pintor Fermín, que me enseñó en un
crepúsculo, entre dos luces, cuando el cielo de Málaga se pone de color barniz
por la Sierra de Mijas, en su estudio de la buhardilla de calle Salvago, los
tejados con sus ventanucos entreabiertos por donde se colaban las palomas para
pasar la noche y las torres de las iglesia y… Fermín, le dije, como El Diablo Cojuelo, pero nuestro, y él
con esa pose que lo caracterizaba me dijo, ‘más o menos’…
Aquel contrapunto que ponía
Jaime, pintor de pinceles de primor, cuando escuchábamos los tangos de Pepa a
esas horas en que la madrugada hace que solo estén despiertas las gaviotas
traviesas que no quieren irse a dormir a los mástiles de los barcos.
Decía el maestro de la biznaga,
él que acuñó aquello de “más que una flor y menos que una estrella”. Y entendía
de aquello de querer ser otro y “ser lo
que estuvimos siendo”. Remataba el poema de “Niño
del 40” ratificando que “no estábamos
ya en guerra aquel verano” y remataba con algo antológico: “mi padre me llevaba de la mano / yo
estudiaba segundo de jazmines”
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