Nuestra Señora del Rosario. El Borge (Málaga)
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Es que hoy, ¿sabe usted? - me dice un hombre
joven, con barba de hace unos días, a quien pregunto- No lo han abierto porque celebran una prueba
ciclista de bicicleta de montaña, y como hay tanta gente…
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Claro, le contesté, lo entiendo… ¡Otra vez será!
Yo iba al encuentro del museo
que Salvador Pendón – generoso con su pueblo- ha cedido a El Borge. Más de tres mil piezas componen el fondo:
objetos bibliográficos, discográficos y gráficos instalado en los bajos del
Consistorio.
A El Borge se llega por tres
caminos – en el mapa lo tienen como carreteras – desde Comares, Benamargosa y
Cútar; desde El Rincón de la Victoria, Benagalbón y Almáchar; desde
Velez-Málaga, orillando el río… Da igual. Los tres, tortuosos, difíciles, con
buen piso, muchas curvas y un paisaje bellísimo. El hombre - ¡y eso que no
tiene agua! – ha doblegado a la naturaleza y ha cambiado los cultivos
tradicionales. Ahora crecen mangos, aguacates…
El Borge es una pincelada
blanca perdida entre montañas, un suspiro morisco, un recuerdo y una lucha para
subsistir en una tierra quebrada, muy quebrada. En El Borge mana el esfuerzo,
la lucha contra lo inhóspito. La viña, las cepas de la viña que esperan
rebrotar con la primavera, es la imagen del hombre que puede contra toda la
adversidad.
Pervive la cal morisca, rejas
entrelazadas; trazado de calles estrechas, tortuosas, suben, bajan ahítas de
macetas con flores; embrujo en cada
esquina; chimeneas rematadas con tejas de barro, ayudan al humo para llegar a
lo más alto, o sea, al cielo….
En su suelo, dice la historia
que, además, nacieron Ibn-Baitar, “el hijo del veterinario”, botánico.
Introdujo el cultivo de los cítricos en el río Benamargosa, antes de emigrar a
Egipto; Martín Vázquez de Ciruela, teólogo en la corte de Felipe IV, murió en
Sevilla como archivero de la Catedral; Luis Muñoz García, “el Bizco de El
Borge” bandolero del siglo XIX que murió en Lucena…
Callejeo, me acerco al Parque
La Alcúa. Remanso recóndito, intimo. Lugar para entornar los ojos y soñar. Todo
es umbroso, sombrío. En unos jaulones pían cotorras, periquitos y pájaros
exóticos; en otros, gallinas de Guinea y perdices; patos en el estanque; dos
conejos dormitan echados junto a la valla metálica. El letrero de la puerta lo
anuncia como Jardín Botánico. Entre los tejados se recorta la torre campanario
de la iglesia del Rosario…Tengo pendiente una vuelta a El Borge.
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