viernes, 11 de febrero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mi generación

 

 

             La clase de los años 50


11 de febrero, viernes. Pepe, me decía el otro día un amigo, nos están movilizando la quinta. Le dije que sí, que lo sabía y que, como en las películas del Oeste, sentía cada vez más cerca de los pies los tiros. Cualquier día viene el que tiene que venir….

Nosotros, niños de los cincuenta, vestíamos pantalón corto, un jersey de lanilla tejido por nuestras madres con agujas del ocho y unas botas hechas a mano, con suelas de camión, obra del maestro zapatero de la Callejuela, que no rompía ni Dios. Íbamos – algunos; otros, ni eso – a la escuela de la Plaza Baja.

Un mapa de hule reflejaba que España limitaba al Norte con los Montes Pirineos que nos separaban, entonces y ahora, de Francia; un pupitre bipersonal con tinteros de porcelana; una libreta con la tabla de multiplicar en la contraportada. La Enciclopedia ‘Álvarez’ con sus grados superados, era el baremo de haber alcanzado no se sabía qué sabiduría…

Era un edificio inmundo, maloliente. Tenía mala ventilación.  En un tiempo, nos daban como sobrealimentación leche en polvo disuelta en agua, mantequilla (el pan lo aportábamos nosotros) o un queso amarillo que estaba hasta bueno.

Nuestro ‘polideportivo’ era el llano de la Fuentarriba delante de la Droguería del Pintor donde jugábamos al trompo, al pincho, a las bolas (en otros sitios las llaman canicas) que eran de barro, de cristal ‘cristalinas’ o de cojinetes de coches, y esas era ‘unas bronces”…

Dicen que existían los Reyes que llevaban bicicletas y trenes eléctricos a las casas de algunos niños. A la mía, nunca llegaban. Debía ser porque no conocían el camino. Los que sí lo conocían, venían con una pelota de goma, un camión de madera, una caja de lápices de colores y calcetines, eso sí, muchos calcetines…

Coleccionábamos estampitas de futbolistas pegadas con gachuela en el álbum  y sabíamos de memoria  los ríos de España y las alineaciones del Madrid, del Bilbao de Carmelo, del Barcelona… El Málaga, entonces como ahora, de pena. Mi generación dejó la escuela al terminar los Años Cincuenta.

Comenzaron – eso decían – a venir suecas a Torremolinos. En las pantallas del cine, adónde íbamos algunas veces,  apareció, además de Marcelino Pan y Vino y Quo Vadis,  Sarita Montiel, y Marilin Monroe… Ah, y el padre Ripalda en el catecismo y…

Mi generación…. Tiene, gracia que yo hable de mi generación.

 

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