La clase de los años 50
11 de
febrero, viernes. Pepe, me decía el otro día un amigo, nos están
movilizando la quinta. Le dije que sí, que lo sabía y que, como en las
películas del Oeste, sentía cada vez más cerca de los pies los tiros. Cualquier
día viene el que tiene que venir….
Nosotros, niños de los
cincuenta, vestíamos pantalón corto, un jersey de lanilla tejido por nuestras
madres con agujas del ocho y unas botas hechas a mano, con suelas de camión,
obra del maestro zapatero de la Callejuela, que no rompía ni Dios. Íbamos –
algunos; otros, ni eso – a la escuela de la Plaza Baja.
Un mapa de hule reflejaba que España
limitaba al Norte con los Montes Pirineos que nos separaban, entonces y ahora,
de Francia; un pupitre bipersonal con tinteros de porcelana; una libreta con la
tabla de multiplicar en la contraportada. La Enciclopedia ‘Álvarez’ con sus
grados superados, era el baremo de haber alcanzado no se sabía qué sabiduría…
Era un edificio inmundo,
maloliente. Tenía mala ventilación. En
un tiempo, nos daban como sobrealimentación leche en polvo disuelta en agua,
mantequilla (el pan lo aportábamos nosotros) o un queso amarillo que estaba
hasta bueno.
Nuestro ‘polideportivo’ era el
llano de la Fuentarriba delante de la
Droguería del Pintor donde jugábamos al trompo, al pincho, a las bolas (en
otros sitios las llaman canicas) que eran de barro, de cristal ‘cristalinas’ o de cojinetes de coches,
y esas era ‘unas bronces”…
Dicen que existían los Reyes
que llevaban bicicletas y trenes eléctricos a las casas de algunos niños. A la
mía, nunca llegaban. Debía ser porque no conocían el camino. Los que sí lo
conocían, venían con una pelota de goma, un camión de madera, una caja de
lápices de colores y calcetines, eso sí, muchos calcetines…
Coleccionábamos estampitas de
futbolistas pegadas con gachuela en el álbum
y sabíamos de memoria los ríos de
España y las alineaciones del Madrid, del Bilbao de Carmelo, del Barcelona… El
Málaga, entonces como ahora, de pena. Mi generación dejó la escuela al terminar
los Años Cincuenta.
Comenzaron – eso decían – a
venir suecas a Torremolinos. En las pantallas del cine, adónde íbamos algunas
veces, apareció, además de Marcelino Pan y Vino y Quo Vadis, Sarita Montiel, y Marilin Monroe… Ah, y el
padre Ripalda en el catecismo y…
Mi generación…. Tiene, gracia
que yo hable de mi generación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario